de Franco Beradi Bifo
Publicado en italiano en Comune-info el 28/04/2024
Traducción inédita

«I can’t breathe». Son esas las palabras que mejor reflejan el tiempo en que vivimos. Eric Garner, George Floyd y Frank Tyson pronunciaron esas palabras mientras un policía los estrangulaba. Pero todo estamos entrando en el ciclo de asfixia.

I can’t breathe es la frase que mejor define la época actual, y el horizonte en que crece la generación que conscientemente se define como la última.

El infierno climático es imparable, irreversible. Por otro lado, el dinero que hacía falta para la transición ecológica, que era ya una farsa, ha sido desviado hacia la guerra.

¿Morir, pues, de asfixia climática? ¿Moriremos de asfixia bélica? Con mayor probabilidad, moriremos de depresión, de tristeza, y por asfixia de la sensibilidad, porque el horror se multiplica cada día en el Mediascape. En esa maleza omnipresente nos asfixiamos.

Desertar significa, por encima de todo, crear lugares en los que sea posible huir del horror. ¿Pero dónde están esos lugares?

Los estudiantes estadounidenses han encontrado el valor para protestar, para ocupar las universidades, para resistir a las agresiones de la policía. Sus homólogos europeos parecen paralizados por la depresión y el aturdimiento. Y a pesar de todo, la guerra está tan cerca que harían bien en preocuparse. Su futuro está jodido: la guerra sustrae recursos económicos destinados a la falsa transición ecológica. Las bombas rusas, ucranianas, y los millones de toneladas de escombros y bombas que cubren el territorio de Gaza son una lápida sobre las esperanzas de un futuro respirable.

¿A qué espera el estudiantado europeo para ocupar las universidades y los institutos? ¿A qué espera para organizar la deserción hacia lugares colectivos? No se salvaría la humanidad (nadie tiene ya la posibilidad de salvar a la humanidad, eso es algo sabido). Pero se viviría colectivamente, con dignidad y solidaridad, el infierno en ciernes. Incluso en el infierno se puede estar bien, si no es en soledad, si no se odia, si no se combate como perros. Cómo vivir alegremente en el infierno: ese es el tema de una poética que esté a la altura de nuestro tiempo.

De la Universidad de Columbia a la UCLA, de Berkeley a Yale, los estudiantes estadounidenses han entendido que la vida de esta generación está arruinada aún antes de empezar, y que existe un único modo de sustraerse a la lenta asfixia, a la esclavitud laboral, a la implicación en una guerra demente y asesina: estar juntos, hablar de la propia condición, organizar la resistencia, ocupar los lugares de sociabilidad. Transformar las ciudades en lugares de alegría colectiva, contra el racismo y el horror de la guerra. Esa es la única forma de no hundirnos en la depresión, transformándola en deserción.

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