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Valerio Evangelisti, el escritor-militante de una generación que reinventó el futuro y a sus propios héroes

Tanto la escritura como la militancia del boloñés Valerio Evangelisti nacen en una dimensión social y cultural muy concreta, la de la Italia rebelde y revolucionaria a caballo entre el 68 y los años 70.

de Varios autores
Publicado en italiano en Carmilla el 23 de marzo de 2023
Traducción inédita

El siguiente texto es la traducción de extractos seleccionados por la redacción de Carmilla de la introducción del libro L’insurrezione immaginaria. Valerio Evangelisti autore, militante e teorico della paraletteratura, recientemente publicado por Edizioni Mimesis y que incluye ensayos y relatos breves de distintos autores. El volumen ha sido publicado casi un año después del fallecimiento del escritor boloñés, con la pretensión de «encuadrar la dimensión social y la esfera cultural en la que se originaron tanto la escritura como las decisiones militantes del Magister» [N. del T.].


Valerio Evangelisti fue un escritor único en el panorama literario italiano del periodo a caballo entre el siglo XX y el XXI, de ahí que Alan D. Altieri haya escrito: «A todos los efectos, Valerio es uno de los narradores europeos más extraordinarios de nuestro tiempo. Un hombre de increíble cultura y sorprendente inventiva, que consigue hibridar géneros, temáticas y modelos casi antitéticos e integrarlos en una única entidad narrativa de perfección casi cartesiana».

No obstante, convendría decir algo más sobre Valerio Evangelisti, sin miedo a equivocarse, y es que fue un escritor-militante, y lo fue tanto desde el punto de vista político como desde el posicionamiento de sus textos y su escritura. Más aún, es posible que sus decisiones en el segundo ámbito sean las que más sostienen su carácter «militante», reivindicando tanto la pertenencia a como la defensa de la literatura de género o, utilizando un término que él usaba a menudo, la «paraliteratura».

Fue representante de una generación que se atrevió a romper, desde finales de los 60 y durante la década de los 70, con el aburrimiento y la opresión del existente. Y no solo, rompieron también con el atraso político, cultural e ideológico que había ayudado a frenar, tanto desde la derecha como desde la izquierda, la evolución social de Italia. Un país en el que —como en la película de Don Camilo y Pepón inspirada en la novela de Guareschi—, la Iglesia, su partido y el partido comunista de matriz togliattiana se habían alternado durante largo tiempo para defender una tradición que, disfrazándose una vez de catolicismo conservador y otra de populismo y de hipócrita apariencia democrática, había contribuido ampliamente a mantener el statu quo.

Un mundo en el que en las puertas de las parroquias aún se colgaba el «Índice» de libros y otras lecturas (a menudo cómics) que un buen católico debía evitar para no caer en «pecado», mientras la política cultural comunista dominante condenaba cualquier lectura o expresión artística que no mirara hacia los ambientes e ideales —no poco desconectados de la realidad— de la inteliguentsia, la cual estaba conformada por un nutrido grupo de intelectuales más bien serviles, que giraba alrededor del PCI y sus conexiones con la URSS.

En resumen, un contexto en el que la literatura por entonces definida «para evadirse», así como los cómics o el naciente rock’n’roll con sus excesivas evoluciones eran en gran parte expresiones artísticas condenadas y prohibidas. Tanto en las iglesias como en las aulas, en los programas radiofónicos y televisivos, y en las (aburridísimas) reuniones de las sedes de partido, además de en los periódicos que teóricamente representaban el «progreso social».

Si no se entiende todo esto, no se puede tampoco entender la curiosidad, la pasión y el espíritu de rebelión subterránea que caldearon a aquella generación, nacida entre los años 40 y 50, y que en un primer momento devoró cualquier tipo de lectura, visión cinematográfica y escucha musical que no estuviese normativizada por las instituciones —la familia en primer lugar—, y que más tarde se lanzó a las barricadas, en las protestas y disturbios del 68 y en los años siguientes, al menos hasta 1977.

[…] De hecho, para la naciente crítica «radical», se trataba de inventarse un nuevo mundo, con mitos actualizados y ante una escasez de auténticos gigantes sobre cuyos hombros subirse.

Esta breve —y quizás demasiado sintética— disgresión puede servir para revelar cómo, más allá de las intuiciones y redescubrimientos de los años 50 y 60, solo la unión entre acción política radical y crítica intransigente de la cultura propia de los movimientos antagonistas y juveniles de los años 70 podía generar a un escritor como Valerio Evangelisti […]

Sus relaciones con los grupos extraparlamentarios y la Autonomía, así como con el movimiento de la Pantera a caballo entre los 60 y los 70, antes del éxito de Eymerich, en los años en los que se jugaba aún sus cartas en la Universidad. Su experiencia personal en Nicaragua, con un pueblo que había luchado contra el imperialismo yanki desde las primeras décadas del siglo XX. Su constante interés por Latinoamérica y por la Venezuela de Chávez. Su cercanía, declarada en varias ocasiones, al movimiento No TAV del Valle del Susa, la cual quiso remarcar en una de sus últimas novelas del ciclo del inquisidor catalán. Su simpatía por los kurdos y las kurdas de Rojava y su apoyo a las movilizaciones de las comunidades rusófonas e independentistas del Donbass. Todos ellos elementos que expresan, más que una «pasión por el comunismo», una pasión por la revuelta espontánea, popular y desde abajo. Cualesquiera fueran las formas con las que esta se manifestara. Tanto en los campos de Emilia-Romaña entre los siglos XVIII y XIX, como en las calles en llamas de Bolonia durante la primavera del 77.

No nos compete establecer aquí si todas las tesis derivadas de aquellas tomas de posición fueron siempre asumibles. Lo que revela el carácter fundamental de escritor-militante tal y como este configuró es el profundo interés por todo aquello que proveniera o pareciera provenir «de abajo», un caso casi único en los anales de los ambientes intelectuales italianos, que demasiado a menudo quedan más fascinados por el éxito mainstream que por la militancia cultural anticapitalista. Evangelisti manifestó ese interés a través de un variado trabajo literario, ya se tratara de novelas, relatos o ensayos.

[…] Aunque, en realidad, su auténtica militancia como escritor la vertebró su insistente posicionamiento a favor de la literatura de género y popular, de la que Valerio nunca quiso tomar distancias. A pesar de que, dentro de ese ámbito, ya se tratara de escritos de ciencia ficción, genéro fantástico, policíacos o de aventuras, supiera siempre distinguir entre lo que era «alto», aunque no fuese reconocido como tal por los canónes de la cultura oficial —apática y rígida como consecuencia de sus rituales formalistas y mundanos—, y lo que era simple y llanamente basura. Todo ello sin esconder nunca que la peor basura literaria e ideológica se escondía precisamente en aquello que la cultura dominante consideraba literatura culta, o directamente «alta» […] Remarcando a menudo cómo el escritor de género piensa en su público, para apropiarse de él y conocerlo cada vez mejor, mientras que el escritor mainstream normalmente busca, sí, capturar la atención y el éxito de público, pero a través del juicio de la crítica institucional y de moda, a la que intenta continuamente adecuarse para ser agradable a sus ojos.

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