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Fusión -y confusión- nuclear

La noticia sobre el experimento de fusión nuclear llevado a cabo el pasado 5 de diciembre en Estados Unidos es un producto de propaganda altamente eficaz. Bajo un supuesto «paso adelante para la humanidad hacia la obtención de energía limpia ilimitada» se pretende esconder el auténtico objetivo -declarado en multitud de ocasiones- de desarrollar nuevas armas basadas en la fusión nuclear. Entender los conceptos científicos que se encuentran detrás de este fenómeno físico y su experimentación resulta imprescindible para poder afrontar de forma crítica las informaciones que nos llegan desde los medios.

de Angelo Baracca y Giorgio Ferrari
Publicado en italiano en Effimera el 02/01/2023
Traducción inédita

La noticia del experimento de fusión nuclear ha tenido un indudable impacto en el imaginario colectivo, debido a la forma en que ha sido presentado por los principales órganos de información, todos ellos relacionados con instituciones político-militares, y en ausencia de un auténtico contrarrelato. Se hace pasar por «noticia» lo que no es más que propaganda, la cual está basada, como suele pasar en estos casos, en una mentira disfrazada de aparente verdad. El poder pretende tener el control de las fuentes energéticas y de los arsenales. En Italia, hasta dos referéndums [celebrados en 1987 y 2011, N. del T.] han certificado el rechazo popular hacia el uso de la energía nuclear. Todos los sondeos de opinión no dejan duda sobre el hecho de que una amplia mayoría no quiere participar en modo alguno en los numerosos conflictos que están ocurriendo por todo el planeta. Para legitimar la obstinada decisión de construir centrales nucleares y aumentar la inversión bélica, la cabina de mando intenta vendernos un impracticable uso civil futuro de esa investigación, que está claramente destinada a la guerra. Los autores de este ensayo explican, con rigor científico, qué hay detrás de esos resultados experimentales anunciados a bombo y platillo.


Una campaña de prensa a nivel internacional ha exaltado un experimento, llevado a cabo en Estados Unidos, que forma parte de un proyecto para conseguir la fusión nuclear controlada, un sueño —una promesa— perseguido desde que la tecnología nuclear diera sus primeros pasos en los años 40 y 50 del pasado siglo. Desde entonces, periódicamente, más o menos cada década, se ha anunciado que la realización de tal fenómeno estaba cerca. El mismo comunicado de prensa del Departamento de Energía de EEUU afirma explícitamente: «El 5 de diciembre, un grupo de la National Ignition Facility (NIF) del Lawrence Livermore National Laboratory (LLNL) ha llevado a cabo el primer experimento de fusión controlada de la historia [el encendido de la fusión], habiéndose obtenido el famoso “balance energético positivo” [o “ganancia neta de energía”], es decir, que la fusión ha producido más energía respecto a aquella de tipo láser utilizada para activarla. Este resultado histórico, el primero en su género, generará una capacidad sin precedentes para apoyar al programa de gestión de las provisiones de la National Nuclear Security Administration [armamentos de la defensa nacional] y aportará preciadas informaciones sobre las perspectivas de la energía de fusión limpia [cursiva nuestra]».

Dicho esto, el pomposo anuncio necesita de muchas precisaciones y distinciones, las cuales inevitablemente se le escapan a quienes mastican poco este tipo de contenidos.

Fusión por confinamiento inercial, una elección militar

Dicho con palabras sencillas, la realización de la fusión de núcleos ligeros (que de alguna forma se opone a la fisión de núcleos pesados) necesita del calentamiento previo de un plasma, típicamente compuesto de deuterio y tritio, a millones de grados, de forma que la energía cinética de los núcleos supere las barreras de repulsión eléctrica. La reacción de fusión nuclear fue realizada en 1949, pero de forma explosiva, esto es, dentro de bombas termonucleares en las que un dispositivo primario de fisión genera la temperatura necesaria para activar un dispositivo secundario de fusión. En aquellos tiempos dio inicio la investigación para alcanzar la fusión nuclear de forma controlada (no explosiva) y con objetivos pacíficos, investigación que hoy día se concentra en dos métodos muy distintos. Por un lado, el confinamiento magnético de un plasma obtenido de la fusión de deuterio y tritio (D-T) [1] en máquinas de grandes dimensiones de tipo Tokamak. El experimento de este tipo más avanzado es la instalación ITER —International Thermonuclear Experimental Reactor—, que se está construyendo actualmente en Cadarache, Francia. Por otro lado, en la fusión nuclear mediante confinamiento inercial (FCI) se concentran enormes cantidades de energía sobre un cuerpo del tamaño de un grano de pimienta (pellet), compuesto también en este caso de deuterio y tritio. La energía proyectada sobre el pellet normalmente es generada por superláseres [2], los cuales comprimen y calientan el D-T a millones de grados para desencadenar la fusión nuclear.

En estas investigaciones se entrelazan intereses civiles e intereses militares. Un reputado artículo de hace casi 50 años [3], dejaba claro que «el desarrollo armamentístico puede ser la única aplicación práctica de la fusión láser en este siglo [previsión completamente acertada] […] Los expertos en armamento esperan que la fusión láser se convierta en un instrumento experimental extraordinariamente útil para estudiar los fundamentos de la “física de las ojivas nucleares” y que, junto con códigos de simulación electrónica cada vez más refinados, permita desarrollar nuevos proyectos armamentísticos […] Por otro lado, el general Edward B. Giller, encargado de las aplicaciones e investigaciones militares de la Comisión de Energía Atómica, llegó a decir, durante una conversación: “La gente va diciendo que este es un programa energético, pero […] en realidad siempre ha sido y sigue siendo un programa militar”».

En efecto, las investigaciones dedicadas al desarrollo de armas nucleares basadas en la fusión por confinamiento inercial fueron desarrolladas precisamente en aquellos años, cuando, con la puesta en cuestión a nivel mundial de los experimentos atómicos, el Departamento de Defensa y el Departamento de Energía de EEUU aprobaron un programa para el desarrollo de armas nucleares de tercera generación [4].

Los dos métodos desarrollados para realizar la fusión nuclear (el confinamiento magnético y el confinamiento inercial) presentan la «ventaja» —desde un punto de vista estrictamente militar— de emitir, colateralmente, neutrones de alta energía. Estos, en la óptica de una optimización de la destrucción y considerando escenarios de guerra localizados, pueden aumentar la letalidad de un arma basada en la fusión. En esta óptica, el método de la fusión por confinamiento inercial (FCI) fue considerada la más prometedora: «Como muy tarde en la próxima década [el artículo citado es de 1990], las microexplosiones termonucleares producidas por FCI podrían permitir a los científicos entender mejor la física de las ojivas —que incluye la producción de rayos X y las dinámicas de las implosiones e inestabilidades—, pero solo a condición de ser capaces de producir la ignición de los pellets. Puesto que los láseres y los haces de partículas más potentes disponibles en la actualidad para la investigación de FCI no son aún capaces de generar potencias superiores a un megajulio respecto a la longitud del impulso requerida [véase la nota 1], la ingnición de los pellets sigue siendo un desafío formidable [5]».

Inicialmente, este campo de investigación se limitaba al desarrollo de armas con un potencial comprendido entre los 300 kg de explosivo equivalente y un kilotón, esto es, armas de dimensiones contenidas, fácilmente transportables o, en cualquier caso, adecuadas para un uso rápido. Hay que remarcar que hasta finales de los años 80, los test nucleares subterráneos, vista la alta intensidad de radiaciones producidas, se utilizaron también para verificar si era posible encender de aquella manera los pellets de D-T utilizados en la fusión inercial. Solo posteriormente y por los motivos explicados anteriormente, las experimentaciones en laboratorio se hicieron prioritarias, tanto así que incluso la Academia Nacional de Ciencias estadounidense describía las ventajas potenciales de la FCI para la proyectación de armas, con los siguientes términos: «Un laboratorio de explosivos termonucleares de 1000 MJ sería una herramienta extraordinaria para explorar la física de las armas termonucleares. Algunos conceptos sobre cómo utilizar las armas nucleares como fuente de energía directa, como los láseres de rayos X o los haces de microondas [6], podrían ser testados en un ambiente de laboratorio de forma rápida e interactiva […] Campañas experimentales sostenidas en el tiempo que tendrían un coste prohibitivo si se llevaran a cabo con test subterráneos, podrían ser efectuadas mucho más fácilmente con una estructura FCI». Los autores del comunicado añadían: «Esto implica que una vez que entre en funcionamiento una instalacion de FCI, ésta podría convertirse en herramienta crucial para la investigación y el desarrollo de armas como los XLR (eXperimental Liquid Rockets) de explosión nuclear y las armas de haces de microondas, porque podrían ser la única fuente de test accesible teniendo en cuenta el número de test requerido». Un artículo de 1998 afirmaba que «si se desarrollaran explosivos compactos de fusión pura, las salvaguardias de la OIEA que regulan el uso de materiales fisibles —método con que se verifica la no proliferación de armas nucleares— podrían ser sorteadas» [7].

Por tanto —a diferencia de lo que leemos hoy en los órganos de información—, el objetivo prioritario del proyecto NIF (National Ignition Facility), del cual forma parte el experimento realizado el pasado 5 de diciembre en el LLNL, es de tipo militar. Prueba de ello es que las instalaciones de Livermore fueron inauguradas en 1996, el día después de la prohibición de los test nucleares subterráneos, decretada por la Asamblea General de la ONU y nunca ratificada por EEUU. El objetivo del LNLL era, precisamente, obtener las informaciones provenientes de los test de fusión por confinamiento inercial de forma no destructiva.

Por otro lado, en la conferencia de prensa posterior al experimento del pasado 5 de diciembre, Mark Herrmann, director del programa de física y proyectación de armas nucleares de Livermore, realizó la siguiente declaración, registrada por el New York Times: «Este experimento nos ayudará a entender mejor los efectos de las bombas nucleares, porque la gran generación de potencia obtenida en la FCI crea por sí misma ambientes muy extremos, los cuales se se parecen, de cerca, a aquellos provocados por un arma nuclear». Se trata de una finalidad que ya Gillette preveía en 1975: «La fusión láser puede convertirse en un instrumento experimental extraordinariamente útil para estudiar la “física fundamental de las ojivas nucleares” [que incluye aún diversos campos sin explorar] […] y para desarrollar nuevos proyectos armamentísiticos».

Subyacente a toda esta historia, se encontraba, sin duda, la competición en el campo nuclear con la URSS, cuya máxima intensidad se alcanzó durante la denominada Guerra Fría. No obstante, si hasta los años 80 la preocupación de Estados Unidos por poder ser superada por la Unión Soviética tenía algún fundamento (los soviéticos estaban efectivamente mucho más avanzados en el desarrollo de la tecnología MTF (Magnetized Target Fusion)), la idea de armas de tercera generación para determinados teatros de guerra como, por ejemplo, las guerras de Irak y Afganistán es fruto de la obsesión estadounidense por mantener el dominio exclusivo de la disuasión nuclear, actitud ya presente durante la administración Reagan. En 1987, respondiendo a una pregunta parlamentaria relativa a ese tipo de armas, el entonces Secretario de Energía, John S. Herrington, respondía: «La razón principal por la que perseguimos la creación de armas de energía nuclear dirigida es saber hasta dónde llegan los conocimientos de los soviéticos en la proyectación e instalación de armas parecidas, cuya existencia pondría en riesgo la fuerza disuasoria estratégica de Estados Unidos y de un futuro sistema defensivo».

La ganancia de energía
El aspecto más vistoso del experimento llevado a cabo en EEUU tiene que ver con el denominado «net energy gain» («ganancia neta de energía»), es decir, la diferencia entre la energía consumida por la reacción de fusión y aquella utilizable producida durante el fenómeno. Los resultados desde este punto de vista han sido presentados como un cambio histórico en el camino hacia la fusión nuclear, porque por primera vez se ha generado una cantidad de energía superior a la emitida por los impulsos láser necesarios para obtener la reacción de fusión. Se trata de una cuestión que, si no se explica correctamente, podría dar a entender a la opinión pública que se ha cumplido el sueño de aquellos personajes —empezando por el mismo Leonardo da Vinci— que en los siglos XVI-XVIII se empeñaron en conseguir el movimiento perpetuo.

La ganancia de energía que se obtuvo en Livermore consideraba exclusivamente la energía aportada por el impulso láser para fundir los átomos de D-T y aquella obtenida de la fusión resultante, que fueron, respectivamente, de 2,05 MJ (megajulios) y 3,15 MJ. Se trata pues de un incremento energético aproximado del 150% (superando así el llamado “breakthrough”, esto es, el umbral del 100%), que se ha conseguido durante un tiempo infinitesimal, del orden del trillonésimo de segundo. No obstante, y aquí está el truco, para generar el impulso necesario para desencadenar la fusión, los 192 láseres utilizados consumieron una energía de 300 MJ, esto es, 150 veces superior a la efectivamente aportada por el impulso y 100 veces superior a la producida por la fusión.

No hay duda que desde un punto de vista estrictamente experimental, la prueba representa un éxito, puesto que hasta ahora la energía obtenida en estos test nunca había alcanzado el umbral del breakeven, es decir, que nunca se había obtenido, de la reacción de fusión, una energía cuanto menos igual a la emitida a través del impulso láser. Dicho esto, el resultado obtenido está lejos del éxito si se tiente en cuenta el balance energético del proceso integral, que es aún enormemente deficitario, del orden de 100 a 1 (300 MJ consumidos contra 3,15 MJ producidos) y que depende en gran parte del rendimiento, extremadamente bajo, del tipo de láser utilizado.

Resulta evidente que la cuestión del balance energético no tiene ninguna relevancia desde el punto de vista militar, donde lo único que importa es obtener la fusión de esa minúscula bolita que es el pellet. De hecho, en las investigaciones sobre armas nucleares se han consumido históricamente cantidades colosales de energía, enormemente superiores a las potencias de todas las ojivas nucleares producidas. El hecho de que por ahora el proceso de fusión sea enormemente costoso en términos de aporte de energía significa que, desde el punto industrial, la aplicación de esta tecnología está muy lejos de poder, no ya realizarse, sino siquiera proyectarse. Otro impedimento para su aplicación civil o industrial, es que la tecnología de la National Ignition Facility —a diferencia de aquella de tipo ITER, basada en una reacción, el plasma, que en principio se autosostiene por sí misma— desencadena la fusión nuclear «disparando» sobre un pellet impulsos únicos de energía láser (one shot) [8], los cuales no pueden autosostenerse y, por tanto, para dar vida a un proceso continuo de generación de energía —necesario en una perspectiva industrial— sería necesario construir una máquina capaz de «disparar» impulsos de energía en una sucesión de pellets con una frecuencia de varios impulsos al segundo, lo cual en este momento es tecnológicamente aún más difícil que el confiamiento magnético del plasma.

En suma, los aspectos críticos del confinamiento magnético —aquel utilizado por el ITER— residen en las altas temperaturas que han de alcanzarse —las cuales son superiores incluso a las del sol, puesto que no es posible reproducir la densidad de la masa solar— y en la necesidad de infraestructuras que mantengan estable y aislado el plasma. Por su parte, los límites del confinamiento inercial (FCI) están relacionados con su discontinuidad (one shot), que requiere tanto una frecuencia elevada de impulsos láser (y por tanto la posibilidad de que estos se recarguen rápidamente, lo cual no es para nada fácil) como una disponibilidad ilimitada de pellets, ya que de otra forma la energía liberada por la reacción de fusión asumiría características destructivas.

Así pues, el resultado triunfalista obtenido en Livermore no es —al menos por ahora y en sus intenciones— un paso adelante en el camino hacia la producción de energía ilimitada (concepto que es además erróneo), sino en uno que se dirige hacia la creación de armas totalmente nuevas, como podrían serlo las microbombas de fusión pura (ojivas nucleares de IV generación). Si posteriormente esa tecnología podrá utilizarse, además, para la producción pacífica de energía es algo que está aún por verse. Lo que es evidente es que, si la opinión pública no entiende los aspectos que aquí intentamos explicar, la información que se está dando no es realmennte transparente ni resulta realmente útil. Además, con el tipo de comunicación llevado a cabo se corre el riesgo de mitificar la investigación militar, aspecto que no se le escapó al viejo Hans Bethe [9] cuando, en 1997, mientras se estaba a punto de aprobar el proyecto de la National Ignition Facility y la construcción de los grandes laboratorios de Livermore, escribió una carta al presidente Clinton en la que le decía: «A nuestra Nación le ha llegado el momento de declarar que no está trabajando, de forma alguna, en el desarrollo de futuras armas de destrucción masiva de ningún tipo. En particular, esto significa no financiar trabajos dedicados a la posibilidad de nuevos proyectos de armas nucleares, como las armas de fusión pura» [10].


NOTAS
1. El deuterio y el tritio (o trizio) son gases e isótopos del hidrógeno. El primero tiene una masa doble respecto al hidrógeno, puesto que su núcleo está compuesto por un neutrón y un protón, mientras que el núcleo del hidrógeno está formado únicamente por un protón. El tritio tiene una masa triple, ya que posee dos neutrones y un protón. El deuterio se obtiene por escisión de la molécula de agua pesada (u óxido de deuterio, D2O), que a su vez se obtiene por vía electrolítica o por destilación fraccionada del agua (H2O). En la naturaleza, el deuterio está presente en la molécula de agua en cantidades de 145 ppm (partes por millón), mientras que el tritio está presente en cantidades del orden de 10-18 ppm. A diferencia del deuterio, el tritio es radiactivo, y es producid mediante reacciones nucleares con el agua pesada (en los denominados «reactores canadienses»), o bien bombardeando litio con neutrones de una determinada energía. Aun siendo modestas, no hay que olvidar las cantidades de tritio producidas en los reactores de agua a presión, que son expulsadas al medio ambiente —tras un oportuno tratamiento— como agua tritiada, HTO, y en cantidades aún menores en forma de gas. La peligrosidad del tritio es que, puesto que su comportamiento químico es indistinguible respecto al hidrógeno, tiene una alta capacidad de movimiento en los sistemas acuáticos y bioquímicos, y por ello tiende a incorporarse al agua tritiada de las moléculas biológicas, entrando así en las cadenas alimenticias. El tritio es el componente esencial de las bombas termonucleares y, puesto que tiene un tiempo de semidesintegración (tiempo en que la actividad radiológica se reduce a la mitad) de 12 años, ha de ser constantemente reemplazado, por lo que su producción (unos pocos kilos al año) se encuentra bajo un estricto control militar, además de ser, obviamente, altamente costosa. Si la hipótesis de un uso civil de la fusión nuclear se materializase, harían falta cantidades de tritio mucho mayores de las que se destinan hoy día al armamento. Con ese objetivo, proyectos como el del ITER prevén que una parte de los neutrones de alta energía liberados durante la reacción de fusión se estrellen contra una pantalla de litio con el fin de producir tritio.
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2. La luz láser es monocromática (posee una única frecuencia) y coherente (todas las ondas luminosas que la componen se encuentran en la misma fase). Gracias a su coherencia, la luz láser puede permanecer concentrada durante distancias muy largas, incluso miles de kilómetros en el espacio. La tecnología de los láseres ha sufrido espectaculares avances en los últimos treinta años, permitiendo alcanzarse enormes potencias con aparatos de dimensiones relativamente reducidas y de bajo coste. Los láseres son usados hoy en día en distintos tipos de armas (proyectiles guiados por láser, láseres en defensas antimisiles, etc.). Un láser emite impulsos de luz sucesivos, por lo que para aumentar la potencia emitida ha de reducirse la duración de cada impulso, de forma que la energía se emita en un tiempo menor, pero los efectos no lineares y el ensanchamiento del haz han impedido durante mucho tiempo aumentar la potencia por centímetro cuadrado. Este impás fue superado a finales de los años 80, con la introducción de una nueva técnica llamada CPA (Chirped pulse amplification, Amplificación de pulso gorjeado), que permitió un progreso espectacular, alcanzando intensidades enormes, de 1021 W/cm2, acercándose así al límite teórico de intensidad de 1024 W/cm2. Este tipo de láseres fueron denominados «superláseres», porque sus interacciones con la materia son cualitativamente distintos respecto a los láseres ordinarios. Los superláseres son capaces de generar condiciones físicas extremas —presiones, temperaturas, campos eléctricos y campos magnéticos extremadamente elevados—, que en la naturaleza se dan solo dentro de las estrellas. Además, pueden generar directamente reacciones nucleares, escindir núcleos pesados, generar antimateria, generar haces de iones intensos y focalizados, etc. Los nuevos principios de los superláseres han sido integrados en los sistemas existentes de fusión nuclear mediante confinamiento inercial (FCI) presentes en los laboratorios de Los Álamos y Livermore en Estados Unidos, así como en Francia, Gran Bretaña y Japón. Las aplicaciones militares de los superláseres son tan variadas como impresionantes, y están sujetas a una actividad muy intensa en prácticamente todos los países industrializados, donde se han creado centros especializados. En el caso que nos ocupa, los superláseres tienen un papel especialmente relevante en la fast ignition, condición sine qua non para alcanzar la fusión por confinamiento inercial.
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3. Robert Gillette, “Laser fusion: an energy option, but weapons simulation is first”, Science, vol. 188 (4 de abril de 1975), pág. 30-34.
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4. https://www.globalsecurity.org/space/systems/xrl.htm. Las bombas que se lanzaron en Hirosima y Nagasaki fueron ejemplos prácticos de lo que podían hacer las armas nucleares de primera generación. En estas primeras ojivas nucleares, la fisión del uranio o del plutonio eran muy parciales, porque la explosión desensamblaba la ojiva. La segunda generación de este tipo de armas consiste en ojivas termonucleares de fisión-fusión que incorporan un pequeño componente de D-T de pocos milímetros de radio que, una vez comprimido por la explosión, desencadena la fusión entre el deuterio y el tritio, generando así un flujo de neutrones. Este fenómeno añadido, aun no contribuyendo significativamente a la potencia explosiva, es capaz de aumentar la eficiencia y rapidez de la fisión nuclear. Las ojivas de tercera generación son esencialmente cabezas nucleares especiales, para usos o efectos específicos —ojivas de radiación potenciada, suprimida o inducida, bombas de impulso magnético (EMP), bombas de neutrones, etc.—, las cuales no han tenido nunca un uso militar realmente convincente, y por ese motivo nunca han tenido un papel preciso en los arsenales nucleares.
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5. Dan L. Fenstermache, “The Effects of Nuclear Test-ban Regimes on Third-generation-weapon Innovation”, Science & Global Security, 1990, Volume I, pp. 187-223, https://scienceandglobalsecurity.org/archive/sgs01fenstermacher.pdf
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6. Las armas de energía dirigida incluyen: láseres de alta energía, dispositivos de radiofrecuencia o de microondas de alta potencia y armas de haces de partículas cargadas o neutras. Un informe de 2020 afirmaba: «Las armas de energía dirigida ya no son ciencia ficción: son reales y su desarrollo está avanzando rápidamente. Para los próximos años, el Ejército, la Marina y la Aeronáutica de Estados Unidos tienen programado desarrollar e implementar este tipo de armas con un ritmo creciente. Serán utilizadas en vehículos terrestres y aéreos, en helicópteros y barcos. […] Estados Unidos ha avanzado mucho en el desarrollo de las capacidades de armas de energía dirigida y ahora se encuentra en una fase crítica. La tecnología está avanzando rápidamente, al tiempo que emergen amenazas que la energía dirigida podría enfrentar de forma casi única y los combatientes están expresando su apoyo a esta tecnología. No obstante, igual que para el desarrollo de cualquier capacidad militar sin precedentes, existen riesgos, desafíos e imitaciones relacionados con los costes, los tiempos y las prestaciones».
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7. Suzanne L. Joneso and Frank N. von Hippel, “The Question of Pure Fusion Explosions Under the CBT”, Science & Global Security. 1998, Volume 7, pp.129-150, https://scienceandglobalsecurity.org/archive/sgs07jones.pdf (p. 130).
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8. Aportamos aquí algún que otro detalle sobre el mecanismo físico de la implosión del pellet, que ha constituido uno de los problemas principales que la National Ignition Facility ha tenido que resolver. La pequeña cantidad de DT está confinada en una envoltura; la radiación, incidiendo sobre su superficie, la recalienta; de esta forma la superficie expulsa materia, que por reacción en cadena provoca la implosión (hacia el interior). Además, resulta práctico no enviar directamente sobre el pellet los haces de láser o los rayos de partículas, sino situarlo en una cavidad (hohlraum, del alemán), en la que los haces incidentes generen un intensísimo flujo de rayos X que lo golpeen uniformemente, provocando su implosión (indirect drive). Es importante remarcar que este mecanismo es análogo, desde el punto de vista físico, a la fusión del elemento secundario de una bomba termonuclear de dos estadios («mecanismo de Teller-Ulam»), que aprovecha los rayos X generados en el hohlraum por la explosión del primer estadio de fisión para la compresión del segundo. El indirect drive ha sido descartado para la fusión por confinamiento inercial casi al mismo tiempo y con palabras casi idénticas al mecanismo de Teller-Ulam.
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9. Físico alemán que emigró a EEUU, donde tomó parte del proyecto Manhattan, llegando a convertirse en jefe de la División Teórica del laboratorio secreto de Los Álamos durante la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente, se posicionó contra los experimentos atómicos y el rearme nuclear.
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10. Enlace a informe en nota 6, pág. 131.
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