de Ludovica Di Prima y Tiziana Albanese
Publicado en italiano en Jacobin Italia el 28 de diciembre de 2022
Traducción inédita
Tras una campaña electoral de feroz ataque a la Renta de Ciudadanía por parte de Giorgia Meloni y de su partido, en los últimos Presupuestos Generales se ha establecido la abolición de la Renta a partir de enero de 2024. Concretamente, las personas paradas de entre 18 y 59 años que reciban este subsidio, que estén en condiciones de trabajar y que no tengan a su cargo menores, personas con discapacidad o personas mayores (los denominados «empleables») seguirán recibiendo su asignación mensual únicamente por un máximo de siete meses, contando a partir del 1 de enero, periodo durante el cual tendrán que acudir a un curso de formación. Quienes se nieguen perderán la Renta de Ciudadanía, igual que quienes no acepten la primera oferta de trabajo que les llegue (sea cual sea esta; en el último borrador ha desaparecido incluso el adjetivo «coherente»). Desde el 1 de enero de 2024, según las estimaciones del ISTAT [organismo análogo al CIS español, N. del T.], se retirará la Renta de Ciudadanía a todos los individuos clasificables como «aptos para trabajar», esto es, alrededor de 846.000 personas en toda Italia, 160.000 de las cuales solo en Sicilia.
Llueve sobre mojado
La decisión de recortar la Renta de Ciudadanía llega en un momento de grandes dificultades económicas. La pandemia y la guerra han influenciado negativamente en la economía, produciendo un aumento constante de los precios, sobre todo en los mercados energético y alimentario, que solo en el pasado mes de noviembre sufrieron un aumento de la inflación del 11,8%.
Si se cruzan los datos de esta inflación con las estadísticas del mercado laboral, se perfila una auténtica bomba social, especialmente en el Sur y en las islas [Cerdeña y Sicilia, N. del T.], regiones con la tasa de paro más alta de Europa. Para hacerse una idea, basta pensar que Sicilia es la cuarta región europea por tasa de desempleo juvenil, con un 40,1%, solo superada por Macedonia occidental (42,3%), Tracia (45,1%) y Ceuta (56%). Al dato general hay que añadirle una preocupante especificidad de género: en Sicilia, solo una de cada tres mujeres tiene un empleo: un 29,3%, frente a un 52,9% de los hombres.

La decisión de eliminar la Renta de Ciudadanía está en línea con la voluntad política del gobierno de Giorgia Meloni de apoyar opciones económicas ultraliberales, que favorecen a las empresas a todo coste sin tener en cuenta las condiciones de las familias trabajadoras. Así, la maniobra económica del gobierno no incluye ningún tipo de intervención capaz de luchar contra la actual crisis económica. Además de la Renta de Ciudadanía, se han eliminado también medidas como el apoyo al alquiler y el fondo de morosidad involuntaria, que permiten no vivir en la calle a más de 600.000 familias .
Defender la renta de ciudadanía para atacar al mundo del trabajo
La definición de «empleable», esto es, de persona que puede y debe trabajar para no holgazanear todo el día en el sofá de su casa, esconde el objetivo de acabar con el poder contractual y los derechos de trabajadores y trabajadoras. Porque cuando un parado o una parada se levanta del supuesto sofá en Sicilia para salir a buscar trabajo, está obligado a enfrentarse a un mundo laboral conformado exclusivamente por explotación, precariedad y condiciones inhumanas. El trabajo en negro es una constante, prácticamente la norma en sectores como la restauración, la agricultura y el turismo que, mira tú por dónde, son los principales motores de la economía siciliana. Esto implica que casi todas las ofertas de trabajo no prevén ningún tipo de tutela: se sabe a qué hora se empieza a trabajar, pero no cuándo se acaba; las cotizaciones para la jubilación son un sueño; la seguridad en el trabajo, una demanda fuera de lugar.
Existe además un grave problema de salarios, la auténtica plaga del mundo laboral en Italia. Son muchas las personas que acceden a la Renta de Ciudadanía aun teniendo un empleo, porque permanecen bajo el umbral de la pobreza incluso percibiendo un sueldo. Del 2008 al 2022, los salarios en Italia han disminuido un 12%, como refleja el Global Wage Report 2022-2023. La OSCE reconoce al trabajador italiano como uno de los más pobres en la escala mundial de salarios.

El cuadro es igual de alarmante cuando se compara con el panorama europeo: del último informe INAPP [Instituto Nacional para el Análisis de las Políticas Públicas] emerge que Italia es el único estado del área OSCE en el que, de 1990 a 2020, el salario medio anual ha disminuido. Estamos hablando del -2,9%, frente a un crecimiento del 33,7% en Alemania y de un 31,1% en Francia. En las estimaciones del ISTAT [instituto estadístico italiano, N. del T.], se observa como solo en 2020 el salario medio disminuyó un 5%, un dato que no ha sido aún actualizado a los dos últimos años, en los que la crisis económica y social sin duda ha empeorado la situación.
Tampoco cuando el sueldo es suficiente para vivir las perspectivas son buenas, porque la precariedad reina en la jungla del mercado de trabajo. Los contratos temporales se han reafirmado en los últimos años en Italia, superando a los indefinidos en diversos sectores, y haciendo vivir así a millones de personas en el temor constante de encontrarse, de un día para otro, sin un puesto de trabajo.
Un ataque al Sur en general y a Sicilia en particular
Eliminar la Renta de Ciudadanía de aquí a un año, sin una intervención estructural previa del mercado laboral que instituya un salario mínimo [completamente ausente hasta ahora en Italia, N. del T.], permitiendo así a las personas vivir con dignidad; que haga funcionales los servicios de empleo estatal; y que luche contra los empresarios que se aprovechan del trabajo en negro, significa someter a millones de trabajadores y trabajadoras a un auténtico chantaje. Si hasta ahora, gracias a la Renta de Ciudadanía —que aún así aporta, de media, la miseria de 600 euros mensuales— las personas paradas han podido «concederse el lujo» de rechazar ofertas de trabajo asimilables al esclavismo, la abolición de este subsidio las obligaría a aceptar cualquier tipo de condición laboral, cualquier abuso; trabajar diez, doce horas al día por cuatro duros, porque no tendrán alternativa. «¿Y cómo vivían esos desesperados antes de la Renta de Ciudadanía?». Pues exactamente así: trabajando en negro, dejándose explotar y arreglándoselas como podían. ¿Por qué tendrían que aceptar volver al pasado?
Considerando el estado presente de las cosas, la abolición de la Renta de Ciudadanía representa un ataque al Sur y a Sicilia, y así lo confirman incluso las tertulias políticas de los principales programas televisivos, en los que los Belpietros, Crucianis, Feltris y compañía se explayan, con razón, con declaraciones racistas contra campanos y sicilianos. El esquema es siempre el mismo: empresario del Véneto busca mano de obra y no la encuentra; palermitano beneficiario de la Renta de Ciudadanía rechaza, en rigurosísimo directo, el puesto de trabajo en el Norte, confirmando así la tesis sobre los «vagos y parásitos» del Sur. ¿Y por qué un siciliano no tendría que tener derecho a quedarse en su tierra? ¿Por qué tendría que estar obligado a mudarse a cientos de kilómetros de distancia de su casa, de su familia, para dejar que le exploten en un bar de la llanura Padana?
La gran parte de las personas paradas que reciben la Renta de Ciudadanía reside precisamente en el Sur y las islas. Solo en Sicilia, los beneficiarios de este subsidio son casi 700.000, con alrededor de 270.000 núcleos familiares. También en Sicilia se registra una de las tasas de empleo más bajas de Italia, estancada en el 42% desde hace al menos diez años, mucho antes de la introducción de la Renta, demostrándose así que la medida no ha empujado a las personas a quedarse en el sofá de su casa: simplemente, tampoco antes había trabajo.
Que falta trabajo no lo dice quienes reciben la Renta de Ciudadanía, sino los principales centros estadísticos italianos. Una falta causada por la ausencia de planes de inversión y de políticas redistributivas por parte de los gobiernos centrales, que nunca han intentado colmar el abismo con el Norte y crear empleo en el Sur y en las islas. Prueba definitiva de ello es la altísima tasa de emigración que ha caracterizado la historia de Sicilia desde los tiempos de la Unidad de Italia. Los sicilianos se van para buscar trabajo, porque en la isla no hay para todos. Oyendo ciertos discursos, se diría que fuese una decisión suya la de ser pobres, la de no trabajar. La realidad es que depende de las empresas, del mercado laboral italiano, de las políticas de los gobiernos centrales.
La oposición social
No es casualidad que la movilización social de las personas paradas beneficiarias de la Renta de Ciudadanía contra la maniobra del gobierno haya empezado en Sicilia, en Palermo. El pasado 29 de noviembre se concentraron en las calles 400 de estas personas, tras semanas de distribución de panfletos y recogidas de firmas en los barrios populares de la ciudad, con la reivindicación de recibir un trabajo inmediato o la garantía de un subsidio. Se trata de personas que a lo largo de su vida han encontrado en la asociación una forma organizativa útil, y en actividades de voluntariado, una herramienta de agregación y de lucha contra la retórica de los «suereños vagos». Se trata de exsecretarias y excuidadoras, de obreros de la construcción, de animadores turísticos, de camareras que han trabajado siempre en negro por cuatro duros y que han encontrado en la Renta de Ciudadanía una vía de fuga de la explotación y la precariedad. El miércoles 21 de diciembre volvieron a salir a las calles, porque no tienen nada que perder y sí todo por ganar.
Una nítida conciencia que emerge de estas movilizaciones es el rechazo a la idea de que el trabajo —independientemente de las condiciones en las que se produzca y de cuánto se pague por él— dignifica, por sí mismo, a la persona. Sí, un siciliano prefiere llevarse 500 euros al mes y no hacer nada en el sofá de su casa. Nadie tendría que levantarse del sofá por un sueldo tan miserable. Con 500 euros al mes no se vive. La Renta de Ciudadanía les ha otorgado esa posibilidad: afirmar que por cuatro duros no se sale de casa para buscar trabajo, que no se puede trabajar diez horas al día para sobrevivir y tener que ir aún así a cenar a un comedor social.
Estar obligados a defender una medida de 570 euros al mes de media, teniendo que enfrentarse a prejuicios, insultos y racismo descarado: esa es la miseria a la que no han obligado a rebajarnos. No obstante, se trata también de una reivindicación mínima por la que empezar a organizar una ofensiva contra el mundo laborla, contra las relaciones de producción y de poder vigentes dentro de los puestos de trabajo y fuera, en la sociedad. Los parados y paradas palermitanos se están levantando contra la ideología laborista que históricamente ha influenciado los ámbitos de movimiento, según la cual el trabajo dignifica a la persona y, por eso, se niegan a poner sus brazos al servicio del mercado. La riqueza generada por la explotación laboral no se redistribuye: acaba íntegramente en los bolsillos de dirigentes empresariales y de personas ya enriquecidas. Así pues, ¿por qué seguir contribuyendo a producir esa riqueza?