de Dario Salvetti, Emanuele Leonardi y Mimmo Perrotta
Introducción publicada en inglés en PPPR el 07/11/2022
Entrevista publicada en italiano en Le Parole e le Cose el 11/01/2022
Traducción inédita
Introducción (7 de noviembre de 2022)
La historia del Colectivo de Trabajadores de la GKN –de cómo consiguió frenar un proyecto de deslocalización ocupando una fábrica e inyectar una buena dosis de energía en los movimientos sociales italianos– ha sido narrada, en inglés, por Francesca Gabbriellini y Giacomo Gabbuti en Jacobin USA [en este blog tradujimos el particular relato sobre los inicios de esa historia escrito por Alberto Prunetti, N. del T.]. De ese texto, resulta especialmente interesante la descripción de la propuesta de Polo de Movilidad Pública Sostenible del colectivo de la GKN, que será publicada próximamente por la Fundación Giangiacomo Feltrinelli.
En la entrevista que publicamos a continuación, que tuvo lugar el 21 de diciembre de 2021, pretendíamos entender mejor la relación entre las movilizaciones laborales (especialmente la ocupación de la fábrica GKN) y la justicia climática. En términos prácticos, la cuestión empezó a plantearse en septiembre de 2021, durante el Climate Camp de Milán –expresión organizada de la radical oposición a la PreCOP26 (aquella en la que Greta Thunberg pronunció su famoso discurso del «blablablá»)– y siguió desarrollándose, con algunas dificultades, durante las protestas contra el G20 del Medio Ambiente en Roma, el 20 de octubre de aquel año.
A pesar de ciertos malentendidos y de la pluralidad en los enfoques, tanto la rama italiana de Fridays For Future (FFF) como el Colectivo de Trabajadores de la GKN mantuvieron su unión como horizonte estratégico; unión que cristalizó en marzo, cuando tuvo lugar la primera cita unitaria: una manifestación organizada conjuntamente el sábado 26 en Florencia, el día después de la explosión de huelgas climáticas por toda Italia.
En términos numéricos, se trató de un enorme éxito, que fue replicado posteriormente en citas homólogas en Bolonia (22 de octubre) y Nápoles (5 de noviembre). No obstante, aún más relevante fue la convergencia política entre las luchas laborales y la justicia climática. Esa convergencia puede apreciarse más claramente en las primeras declaraciones conjuntas GKN-FFF, realizadas a mediados de marzo:
«No volveremos a permitir nunca más que las deslocalizaciones, los despidos y la precariedad se justifiquen usando como excusa la crisis climática, y tampoco permitiremos que se justifiquen frenos o desvíos de la transición ecológica y climática en nombre de la defensa de los puestos de trabajo existentes. La transición ecológica, si es real, debe incluir una evaluación de su propia eficacia en el tiempo, y una ralentización de la misma resulta, llegados al punto actual, totalmente inconcebible. El planeta está ardiendo, desde cualquier punto de vista, y cada segundo malgastado es un crimen […] Una transición climática, medioambiental y social real no puede ignorar la capacidad de la sociedad para dotarse a sí misma de formas de planificación razonables y ecosostenibles. Esa planificación no se genera a través del chantaje, la jerarquización de los lugares de trabajo o la opresión y represión de los territorios, como lleva años ocurriendo, entre otros lugares, en la Valle del Susa (donde la población local resiste desde 1991 a la construcción de una línea de alta velocidad), sino a través de un despertar de la democracia directa y participativa.»
La segunda declaración conjunta se realizó en el contexto de reflexión colectiva del Climate Social Camp de Turín, que tuvo lugar el pasado julio:
«La realidad es que la justicia climática no puede alcanzarse sin tocar los más profundos intereses económicos dominantes en nuestra sociedad. La justicia climática no puede alcanzarse sin enfrentarse a la densa red de intereses económicos que se sitúa en lo alto de la sociedad. Para lograrlo resulta crucial repensar radicalmente el modelo de producción y consumo, actualmente basado en una fuerte asimetría de poder. En esa reflexión habría que incluir, entre otras cosas: la propiedad colectiva de los sectores clave, de forma que las políticas industriales se construyan siguiendo principios ecológicos; los criterios de necesidad y suficiencia; la reducción del consumo de los más ricos y la consiguiente protección de los segmentos más desfavorecidos de la población, al mismo tiempo que se reduce la carga climática del consumo de los superricos y se establece, a través de la redistribución, medidas para el bienestar universal real que reconozcan la importancia de las tareas de cuidados.»
En nuestra opinión, no ha de subestimarse la relevancia política de estas palabras. Por ese motivo, creemos que resulta interesante, en este momento en que la “convergencia” es una realidad política en Italia y en que la propuesta de Polo de Movilidad Pública Sostenible será pronto objeto del debate público, recuperar la conversación que mantuvimos con Dario Salvetti (representante sindical del comité de empresa de la GKN) a principios de este año.
Encuentro con Emanuele Leonardi y Mimmo Perrotta
El 23 de diciembre de 2021, un nuevo propietario compró la fábrica de semiejes para automóviles GKN de Campi Bisenzio (Florencia), que había sido ocupada por sus obreros el pasado 9 de julio, tras el anuncio por parte del anterior propietario –el fondo de inversión británico Melrose– del cierre de la fábrica y el despido de todos sus empleados. La llegada de una nueva propiedad representa sin duda un importante resultado de la movilización, que se fijó como primer objetivo la salvaguardia de los puestos de trabajo. No obstante, el futuro de la fábrica es aún incierto, empezando por cuál será su destino productivo.
Cronohistoria mínima - 2021: · 9 de julio: ocupación de la fábrica · 24 de julio: primera manifestación, Campi Bisenzio – 3.000 personas · 11 de agosto: segunda manifestación, Florencia – 5.000 personas · 18 de septiembre: tercera manifestación, Florencia – 40.000 personas
Durante estos meses de intensa movilización, el colectivo obrero, con el apoyo de ingenieros y economistas solidarios, ha elaborado –y sigue elaborando– propuestas para un nuevo plan industrial, en el ámbito de un Polo Público de Movilidad Sostenible (PPMS). Los detalles del PPMS no han sido aún totalmente publicados. Por otro lado, su valor político es del todo evidente: se trata de reflexionar sobre la necesaria planificación ambiental con las cabezas de los obreros, no sobre ellas. Vale la pena subrayar que tal reflexión se fundamenta sobre una relación por fin constitutiva entre saber obrero y ecología política. El punto de partida es que no se puede hablar de transición ecológica sin indicar con claridad:
1) quién debe sostener los gastos de la misma – respuesta: aquellos que con sus decisiones de inversión han generado históricamente la actual crisis planetaria;
y 2) quién decide la dirección política de la transición – respuesta: el ente público bajo control obrero.
Sin poner en cuestión la importancia del primer elemento, el segundo aspecto es el que constituye la mayor originalidad de la lucha en curso, representado por el eslogan #insorgiamo [#sublevémonos]. Simplificando, podría decirse que el tema principal es la dimensión ecológica de la composición de clase. Hasta hace poco, se pensaba en la protección del medio ambiente en contraposición con la identidad obrera, especialmente en el sector metalúrgico. No obstante, gracias a conflictos como el de la GKN, resulta posible darles la vuelta a los términos del problema: puesto que la green economy capitalista ha fracasado, solo la centralidad de trabajadoras y trabajadores puede darle una posibilidad de éxito a la transformación en sentido ecologista de la estructura productiva.
El 21 de diciembre de 2021 charlamos de estos temas con Dario Salvetti, sindicalista del comité de empresa de la GKN. A continuación ofrecemos la transcripción de los principales momentos de nuestra conversación.
El encuentro entre una lucha obrera y los movimientos por la justicia climática
Desde siempre hemos intentado ser una fábrica con una opinión propia sobre cómo se produce, qué se produce y cuánto se debería producir. Nunca tuvimos un enfoque de tipo corporativista por ser una fábrica de la cadena de suministros del automóvil, más aún, vivíamos en todo momento como una contradicción el hecho de producir un objeto –los semiejes– que se ensamblaba posteriormente en coches de lujo y vehículos comerciales, y que por tanto pertenecía a un modelo de desarrollo muy lejano del nuestro. Queremos tener un salario, pero queremos también un futuro para nuestros hijos e hijas, y para nosotros mismos. Además, el hecho de ser una fábrica que a lo largo de los años ha luchado contra la precariedad y por el derecho al tiempo libre –esto es, por los sábados, por los domingos, por mantener las horas extra bajo un cierto grado de control–, nos ha llevado a estar presentes en distintos ámbitos del territorio, aun con formas no estrictamente militantes, como el voluntariado o la enseñanza del fútbol a niños.
Esa relación nuestra con el territorio ha implicado nuestra participación en la movilización contra la planta termovalorizadora, una lucha de gran calado en el territorio. Por tanto, aun sabiendo que partíamos de un terreno muy desfavorable –porque cuando eres un asalariado que tiene que organizarse sindicalmente y pensar antes que nada en tu salario y tus derechos, tienes claro que no será en el terreno estrictamente de la fábrica donde conseguirás poner en cuestión el mundo al que pertenece la fábrica–, a pesar de eso, tenemos desde siempre un interés por la cuestión medioambiental.
Posteriormente, la cuestión ambiental adquirió, paradójicamente, una posición central en la narración de nuestro adversario de clase. Así que, nos gustara o no, tuvimos que afrontar esa narración. Si el sector de la automociónse dirige hacia una masacre social (se habla de una reducción de 300.000 puestos de trabajo en toda Europa, de los cuales 50-60.000 en Italia y 5.000 en Toscana), ésta se dibuja dentro de una narración de transición ecológica. Esa narración nos dice que nuestros despidos se deben a la cuestión medioambiental. Pocos días después de que nos despidieran, en el Sole 24 Ore[periódico de referencia de la patronal industrial italiana, N. del T.] apareció un artículo en el que se decía, resumiendo: «Queríais Greta, pues tomad despidos». Por ese motivo tuvimos que reflexionar sobre si esa narración era válida o no. A mí, si me dijeran «firma tu despido y dale a tu hija un futuro más limpio», me lo pensaría seriamente, porque preferiría encontrar cualquier otro trabajo si la contrapartida fuese realmente un mundo más limpio.
No obstante, en nuestro caso, esa narración no es válida, en primer lugar porque el producto que hacemos se destina también a coches eléctricos. A nivel europeo, la demanda de semiejes está en aumento, porque la realidad es que los coches eléctricos poseen un número mayor de semiejes respecto a algunos coches endotérmicos convencionales, que llevan semiejes solo en la parte frontal. Así, cuando nos dimos cuenta de que esa narración era como poco instrumental, empezamos a buscar apoyo en las redes de la movilización medioambiental, intentando identificar grupos que estuviesen dispuestos a desmontar esa narración, en primer lugar, y posteriormente, cuando se materializaran los despidos, a formar parte de nuestra lucha.
Más tarde hubo otro motivo de encuentro con los movimientos ecologistas, más en una óptica de construcción del conflicto social. Todos los grandes ciclos de movilización histórica han coincidido con una efervescencia general de la sociedad, que se alimenta del conflicto obrero, y viceversa. Tras haber visto como aquel 9 de julio nos cerraban la fábrica, el 18 de septiembre en Florencia conseguimos llevar a las calles a más de 40.000 personas, y pocos días después la movilización creada en torno a la PreCOP26 de Milán reunió a más de 50.000 personas en nombre de la justicia climática. Luego participamos en el Climate Camp de Turín, y nos dijimos: «Estos dos movimientos necesitan sumarse y empujar al país hacia una huelga general y generalizada». A día de hoy ese objetivo lo hemos alcanzado solo parcialmente, pero seguimos pensando que es el camino a seguir.
Por ahora nos encontramos en la coincidencia, no estamos aún en la convergencia, en el sentido que existe una voluntad recíproca de construir algo juntos, pero por ahora lo conseguimos solo en algunas ocasiones, en las citas concretas, en algunas reflexiones, pero la convergencia va más allá. Se produce cuando mi plan de lucha prevé la necesidad de converger con el tuyo, y así mis citas son las tuyas e intentamos que nuestras agendas coincidan. Tras la manifestación del 18 de septiembre, por desgracia, esa convergencia ha sido ardua, por dos motivos. Uno, porque en realidad no todo el mundo ha entendido de verdad la importancia de la convergencia, y dos, porque hemos sufrido una fragmentación generalizada.
En cualquier caso, nosotros ahora queremos relanzar la propuesta del Polo Público de Movilidad Sostenible, independientemente de cómo se desarrolle el conflicto laboral relacionado con el cierre de nuestra fábrica. En este momento, una entidad privada ha comprado la fábrica GKN de Florencia, declarando que probablemente nos revenderá a una empresa que produce máquinas para la industria farmacéutica. Así, podríamos acabar produciendo algo completamente distinto –por cierto, no con estas máquinas, que al parecer se llevarán con la promesa de traer otras nuevas–, a través de un esfuerzo social absolutamente no necesario. Y, mira por dónde, el nuevo propietario afirma que sus actividades forman parte de la economía circular y la economía green, su estrella polar. Así que, nos guste o no, es precisamente el adversario de clase el que pone sobre la mesa el tema medioambiental. Nosotros somos una empresa que viene del mundo de la automoción, somo una exFIAT, y la idea del Polo Público de Movilidad Sostenible sigue interesándonos. Intentaremos llevar a cabo ese proyecto hasta el final.
Las contradicciones del trabajo asalariado
Aquel 9 de julio empezamos nuestra movilización, antes que nada, con la demanda de volver a trabajar en las mismas condiciones en las que estábamos. Pero en el momento en que ese equilibrio se rompió, y tuvimos que gestionar la empresa durante meses, considerando además la fuerza de la movilización que se generó, nos vimos empujados a pensar en qué querríamos que produjera la fábrica y de qué forma. Por otro lado, la relación entre producción y medio ambiente nos parece aún muy compleja. Ponemos seriamente en cuestión que la revalorización de capital privado pueda ser compatible con el cuidado del medio ambiente, incluso si lo que se produce son piezas para autobuses de hidrógeno verde. Claramente es mejor producir semiejes para autobuses de hidrógeno verde que semiejes para todoterrenos de gasóleo, pero en ambos casos es la revalorización de capital privado la motivación para llevar energía, esfuerzos e investigación en una dirección que es en sí misma un derroche medioambiental, independientemente del producto final.
Os pongo un ejemplo. Desde un punto de vista sindical, si existe un turno de noche en la empresa, yo, como representante de los trabajadores, negocio aumentos salariales para quienes hagan turnos de noche. En esta fábrica hemos obtenido, a través del trabajo sindical, óptimos aumentos, que han llegado a generar la contradicción de que algunos trabajadores prefieren hacer siempre el turno de noche porque de otra forma no llegan a final de mes. Pero si me preguntas si me parece normal que una persona pase la noche despierta para producir o si el turno de noche es saludable, te diré que no lo es y que en una sociedad distinta nadie se vería obligado a hacer un turno de noche, a estar despierto para producir semiejes, ni siquiera para el autobús más green del mundo. Resulta aún más escandaloso que haya más personas produciendo ejes de noche que atendiendo las urgencias de un hospital.
Esto vale también para la cuestión ambiental. Hemos vivido siempre en un contexto en el que no se nos permitía elegir qué queríamos producir. Así que nuestra experiencia de lucha es de defensa del trabajo asalariado como tal, un trabajo sin el derecho, sin la posibilidad, de responsabilizarse respecto a lo que produce. Un paso más allá es el trabajo asalariado que se responsabiliza de lo que produce. Y finalmente existe un trabajo asalariado que toma conciencia de que, en cualquier caso, muchas de las cosas que hace son equivocadas.
Otro ejemplo. En esta fábrica tenemos robots que alivian algunos movimientos ergonómicos y que son, por tanto, mejoras, porque en teoría te evitan un esfuerzo. No obstante, son robots diseñados para disminuir de medio segundo un tiempo-ciclo para la producción de un semieje. Aquí se trabaja –como a estas alturas en todos los procesos industriales– con las décimas de segundo. ¿Cuánto tiempo pasa entre que inicia y finaliza el ciclo de producción de un semieje en la máquina? ¿Veintidós segundos? Entonces tu objetivo es llegar a veintiuno. ¿Pero es justo que la humanidad invierta investigación, tiempo, material, energía, para reducir un segundo del tiempo-ciclo? ¿Y para qué sirve esa inversión: para darme tiempo libre o para producir más?
El tema medioambiental, más que cualquier otro, profundiza en ese razonamiento, que es sistémico. Hablemos de deslocalizaciones. El caso de nuestra fábrica representa un paso más en la deslocalización de la producción, pero ésta ha sido ya ampliamente deslocalizada. Para producir nuestros semiejes, nos llegan componentes de toda Europa, excepto una pieza que producimos nosotros mismos. Tras su ensamblaje, el semieje es transportado a Melfi (Basilicata), donde se fabrica un automóvil con 20.000 componentes, cada uno de los cuales ha sido producido utilizando materiales que provienen de todo el mundo. Finalmente, el coche se envía a Estados Unidos. Considerando integralmente este proceso, ¿cómo podemos hablar de cero emisiones? Existen muchas posibilidades de ahorro social y energético desde las primeras fases del proceso, antes de pensar –y obviamente hay que pensar en ello– qué materiales expulsa el tubo de escape.
Un conflicto generativo
Evidentemente, la nuestra no es una realidad militante, no es un partido, no es un sindicato: es una fábrica. Cuatrocientas personas que antes de la ocupación cumplían roles en la fábrica totalmente distintos: había jefes, jefe de jefes, técnicos, operarios de montaje –como yo–, etcétera. En todos los casos, la primera reacción al cambio fue enormemente positiva. Se trata de algo apreciable, porque por muy alto que pueda ser el grado de conciencia de los representantes sindicales o del comité de empresa, éste no tiene por qué ser igual en el resto de la asamblea. Como también es apreciable el hecho de que nuestro mensaje no haya sido cuestionado en ningún momento dentro de la fábrica, sino que ha sido ampliamente aceptado, ya sea por confianza, por participación o por mera simpatía. Lo que ha modificado profundamente esta lucha ha sido la existencia de un mundo externo a la fábrica, un mundo que existía ya antes y con el que teníamos conexiones. Como enlaces y representantes sindicales, como comité de empresa y como colectivo, cada uno desde su lugar, hemos intentado compartir esa relación con el mundo externo, algo que la fábrica ha entendido unas veces sí y otras no.
Estos meses de ocupación nos han cambiado a todos, a algunos de forma muy marcada. Llevábamos tiempo preparándonos para la posibilidad del cierre y desde siempre hemos trabajado en la incorporación de conceptos como el control de las máquinas, adquiriendo la conciencia colectiva de que las máquinas no debían salir de aquí, y así, también una conciencia de la posibilidad de ocupar la fábrica. Todo eso lo llevábamos dentro, lo habíamos difundido por la fábrica, antes del 9 de julio. Más tarde, a lo largo de los meses han madurado muchas cosas. Hemos pinchado al gobierno con un diseño de ley propio, hemos hablado abiertamente de nacionalización, hemos pretendido un plan industrial nuestro, y así hemos entrado en la cuestión de cómo querríamos organizar la sociedad. Las ideas producen la correlación de fuerzas, la correlación de fuerzas produce ideas, las ideas producen la correlación de fuerzas. Si el 9 de julio pensábamos, en un primer momento, exclusivamente en hacer una manifestación entre las rotondas de los alrededores, una vez atravesada la valla de la entrada se generó un mecanismo de movilización en el que ideas que antes parecían imposibles se transformaban en las únicas deseables. Ahora llega un propietario que te dice «yo te salvo» y muchos obreros ponen mala cara y responden: «Pero yo lo que quería era la nacionalización bajo control obrero». Aún así, no hemos perdido, porque por ahora hemos conservado los puestos de trabajo. Para seguir avanzando hace falta una correlación de fuerzas distinta.
Respecto a los técnicos, los de nuestra fábrica se han puesto a disposición de la investigación colectiva, siguiendo nuestras indicaciones para realizar los estudios que les pedíamos, aunque por desgracia no han podido tener una autonomía real en su elaboración. La relación con técnicos más fructífera se ha producido con los investigadores de la Escuela Superior Sant’Anna de Pisa y un grupo de ingenieros solidarios, además de con la Red Italiana de Empresas Recuperadas, que a pesar de ser agentes externos a la fábrica se han puesto a nuestra disposición para generar una red de competencias. Si tuviésemos que reactivar la fábrica en este momento siguiendo nuestro plan industrial, contaríamos sin duda con las competencias solidarias necesarias.
Las organización sindicales y la cuestión ambiental
En la organización sindical a la que adherimos, la FIOM-CGIL [Federación de Obreros Metalúrgicos de la CGIL, el mayor sindicato italiano, N. del T.], no han existido fricciones en temas medioambientales, porque por desgracia no son temas en los que se profundice demasiado. Estamos todos de acuerdo con los eslóganes del sindicato, que son totalmente asumibles, pero no dejan de ser eslóganes. La posición según la cual el cuidado del medio ambiente y el trabajo no tiene por qué estar en contradicción es ya acerbo común de cualquier organización sindical, excepto de las más ignorantes. Por otro lado, qué significa esa posición y cómo la defiendes día a día son temas de los que nunca se habla dentro de la FIOM-CGIL. El cuidado del medio ambiente es como la paz mundial: nadie está teóricamente en contra de la paz en el mundo, pero la lucha contra la guerra es otro cantar. No existe fricción en el sindicato porque actualmente no existe ningún punto de fricción posible. Landini [actual secretario general de la CGIL, N. del T.] se reunió con Greta Thunberg y le entregó el carnet honorario del sindicato, pero ahí quedó todo. Por otro lado, teniendo en cuenta que se trata de una gran organización sindical, dentro habrá sin duda personas que no conozco que hayan trabajado de forma interesante en temas medioambientales, pero es evidente que no se trata de un patrimonio colectivo de la organización.
El problema para la producción italiana de automóviles es que, primero FIAT, luego FCA (Fiat-Chrysler Automobiles) y finalmente Stellantis, han decidido que Italia ya no es un país en el que se pueda producir coches para las masas, coches en serie. Esta decisión no cambia con el paso al coche eléctrico. El coche eléctrico lo puedes producir en Italia, en Polonia o en cualquier otro sitio. La cuestión importante es cuáles son las relaciones de fuerza dentro del grupo Stellantis para imponer que ciertas cosas se hagan con ciertos derechos. Los obreros del grupo están a la merced de aquello que decida Stellantis, como lo estaban antes de las decisiones de FCA.
No creo que exista actualmente, en el mundo obrero de la automoción, una opinión clara sobre el coche eléctrico. Existe sin duda la esperanza de que en algún momento los volúmenes de producción vuelvan a crecer, porque si realmente se pretende renovar el parque de vehículos tan radicalmente como dicen, en algún momento tendría que volver a haber trabajo para todos. Pero no es así. Probablemente muchos obreros no se crean que el coche eléctrico nos devolverá los volúmenes de trabajo suficientes para mantener esta fábrica. Y probablemente yo tampoco lo crea. Y luego, repito, a nosotros el coche eléctrico no nos convence precisamente desde un punto de vista conceptual. Pero no somos ingenieros… El coche eléctrico parece actualmente una forma de devolver su auge a la energía nuclear, ya sea por la potencia eléctrica que habría que mantener en la red eléctrica para cargar todos los coches, como por el problema de la progresiva escasez de materias primas. Y luego está el problema de los coches viejos, que se acumularían en forma de residuos.
Movilidad sostenible e hidrógeno verde: la elaboración de un nuevo plan industrial
En la elaboración de un plan industrial propio, además de la propuesta de producir semiejes para autobuses eléctricos, coordinándonos con otras fábricas, hemos profundizado en la cuestión del hidrógeno verde, en el ámbito de un compromiso público con la movilidad sostenible. No queremos acabar haciendo greenwashing involuntariamente, así que por ahora tenemos únicamente hipótesis de trabajo. La idea del hidrógeno ha surgido de la toma de conciencia de algunas contradicciones ajenas a nosotros. Aquí en Pontedera, en 2007 y con patente pública, se anunció la construcción del primer coche de amoniaco –en realidad una furgoneta para la limpieza urbana– de cero emisiones, porque el hidrógeno se obtiene del amoniaco. Tras conocer la noticia, preguntamos: «Perdonad, esos proyectos, esa cadena de suministro de hidrógeno de la que habláis, ¿existe o no existe? Si existe algo en pie, ¿podemos ver los papeles para así estudiar efectivamente qué es lo que falta para despegar, y si es realmente verde o solo publicidad? Si es publicidad, lo denunciaremos públicamente y dejaremos de tomar el tema en consideración. Si, en cambio, se trata de algo interesante, aquí estamos». Actualmente hay 5.000 puestos de trabajo en el ámbito de la automoción en Toscana, y no se sabe aún qué será de ellos. Así que nuestra idea sería crear una cadena de suministros de hidrógeno verde con los proyectos que existen bajo forma de startup en Pontendera y alrededores, los cuales están relacionados en su mayoría con la universidad. Así, utilizando como base patentes públicas, se podría construir una cadena de suministros que recuperara esos puestos de trabajo y se ocupase de autobuses, barcos y trenes verdes. Los proyectos están ahí, el dinero también, los anuncios ídem (porque al parecer la línea ferroviaria entre Florencia y Faenza se moverá con hidrógeno). No obstante, por ahora son solo anuncios.
Una respuesta a «De la coincidencia a la convergencia: lucha obrera y justicia climática en la fábrica GKN de Florencia»
[…] contra la devastación medioambiental y social, para cuidar el territorio… ¿Volvemos a […]
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