de Redacción Infoaut
Publicado en italiano en Infoaut el 06/12/2022
Traducción inédita
The times are a-changin’, cantaba Bob Dylan en 1964, en referencia al conflicto generacional, político y social que estaba a punto de explotar en aquellos Estados Unidos de posguerra. También hoy día los tiempos están cambiando, pero a diferencia de los años 60, resulta difícil entrever posibilidades de un futuro mejor. Entre la crisis climática, la pandemia, las guerras, etc., las sensaciones van desde pensar que no existirá un futuro hasta que éste estará atravesado principalmente por sufrimientos y distopías. No obstante, aquella distancia generacional que Bob Dylan interpretaba tan eficazmente en su canción reaparece hoy día no como sensación, sino como dato social que se expande por todo el Occidente capitalista, cada vez más incapaz de ofrecer perspectivas a sus jóvenes.
¿Qué tiene que ver esta breve divagación con el movimiento No TAV? La respuesta es sencilla: el fenómeno local —que no localizado— y específico —aun con características generales— que es el No TAV representa desde hace décadas una semilla de contradicciones acumuladas, de proyectos alternativos, de experiencias concretas. Un anticipo, que como el viento foehn, se expande desde un pequeño valle alpino.
En estos tiempos resulta evidente a ojos de cualquiera que la época de las vacas gordas se ha acabado o, si queremos usar palabras más elegantes, que este sistema de desarrollo ya no es capaz de garantizar, ni siquiera a las poblaciones de sus principales potencias, no ya el bienestar, sino simplemente una vida digna. Desde el otro lado de los Alpes, el inquilino del Elíseo lo ha dicho sin irse por las ramas: «Ya no podemos vivir al mismo ritmo —aún más: con la misma gramática— con el que lo hacíamos hasta hace un año. Todo ha cambiado».
Ocurre así que al paradigma del crecimiento infinito y a toda costa se le abren brechas por todas partes, incluso entre sus más fieles defensores. El problema es evidente: con las condiciones actuales, no es posible seguir replicando ese paradigma. Y esto es precisamente lo que movimientos en defensa del territorio como el No TAV afirman desde hace décadas, con una reflexión que se ha vuelto aún más urgente y concreta desde que los efectos reales de la crisis climática empezaran a manifestarse por doquier. El crecimiento infinito es simplemente incompatible con la finitud de los recursos.
El hecho de que esta conciencia alcance por fin a las clases dirigentes europeas no debería aliviarnos, porque si bien el decrecimiento será un tema que será necesariamente afrontado, siguen siendo dos grandes incógnitas el dónde y el quién. Cuando Macron realizaba esas declaraciones estaba pensando sin duda en una economía de guerra.
Lo vemos ya en la agenda política del nuevo gobierno italiano, donde no hay intención alguna de enfrentar la cuestión climática. Más aún, se ha impuesto el decrecimiento a los más pobres, a quien ya sufre, con la intención clara de reducir los salarios y dedicar los recursos aún existentes al parasitario empresariado italiano y a las grandes obras inútiles, como el TAV. Con este objetivo el gobierno ha incluido en los presupuestos generales un gasto de 750 millones de euros más hasta el 2029 (aunque el destino específico de los fondos está aún por concretar).
Esto ocurre mientras el territorio italiano es azotado continuamente por eventos climáticos extremos, que sacan a la luz su fragilidad desde el punto de vista hidrogeológico, de la seguridad alimentaria y energética. En algunas zonas, como en el caso de Ischia, la combinación de explotación económica y crisis climática provocará antes o después inmigraciones de masa, profundizándose así su abandono y generando desesperación en aquellas personas que no puedan huir.
No se trata de efectos colaterales, sino de una parte integrante de la estrategia que pretende poner el territorio a disposición de la explotación económica. Lo explica meridiniamente el reciente artículo de notav.info sobre las compensaciones del TAV [dinero que el Estado italiano ha “ofrecido” a los pueblos del Valle del Susa como resarcimiento por daños pasados y futuros derivados de la construcción de la línea de alta velocidad, N. del T.] :
«Una de las bases de partida del proceso consiste en ahogar económicamente al territorio implicado en el proyecto, intentando hacerlo dependiente de las operaciones planificadas por los colonizadores […] Las imposiciones se producen tras años de desinversión en pequeños municipios y territorios de montaña, donde los servicios, la sanidad, la educación y los puestos de trabajo no están garantizados, y donde las instituciones a escala regional y nacional construyen implícitamente las condiciones para el abandono del territorio y la emigración de sus habitantes».
De esta forma, el colonialismo interno redistribuye los recursos hacia arriba, imponiendo el decrecimiento a las comunidades locales para perpetrar un auténtico atraco: la destrucción de un territorio para que el business de la construcción reparta dividendos entre las empresas implicadas. Este fenómeno puede producirse a baja intensidad, quedarse en una corrupción estructural silenciosa, pero cuando se topa con un movimiento popular radical y enraizado en el territorio como el No TAV, asume, en el ámbito jurídico y de orden público, el aspecto de un tribunal colonial, con su derecho penal del enemigo y sus vallas rodeadas por concertinas, una situación en la que los opositores políticos son dibujados como bárbaros y violentos montañeses.
El ensañamiento contra el movimiento es la consecuencia directa de su actualidad. El No TAV es una herida abierta en la falsa conciencia de un sistema que se pinta de verde mientras se hace cada vez más condescendiente y dependiente de la lógica criminal de los combustibles fósiles y el cemento.
Actualmente, el bloque que apoya la construcción de la línea de alta velocidad entre Turín y Lyon se encuentra con enormes y objetivas dificultades, determinadas por la misma absurdidad del proyecto y la incansable resistencia del movimiento. No obstante, lo que les produce más miedo es que la multiplicación de contradicciones sistémicas relacionadas con la explotación económica de los territorios pueda minar la idea misma del modelo de desarrollo que pretenden seguir llevando a cabo. Les da miedo que la distancia entre generaciones se pueda recomponer en un encuentro entre quienes no quiere sucumbir a la catástrofe y quienes sueñan otro futuro posible, como lleva sucediendo desde hace años en el Valle del Susa, de una forma dialéctica y que nunca da nada por hecho, que está siempre preparada para la conquista. Ese encuentro es el lugar para situar las tareas del mañana, donde será fundamental resistir, pero también, cada vez más, imaginar cómo enfrentar colectivamente y desde abajo la decadencia de los tiempos que corren.
¡Adelante No TAV!
Una respuesta a «Sobre la actualidad irreducible del movimiento No TAV»
[…] o la opresión y represión de los territorios, como lleva años ocurriendo, entre otros lugares, en la Valle del Susa (donde la población local resiste desde 1991 a la construcción de una línea de alta velocidad), […]
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