de Redacción Infoaut
Publicado en italiano en Infoaut el 26 de julio de 2021
Traducción publicada en El Salto el 01/08/2021

Resulta necesario dejar de lado certezas e interpretaciones demasiado estáticas para poder afrontar ágilmente aquello que se mueve, conscientes de que quizás durante mucho tiempo el camino será estrecho y el sendero tortuoso, y que nos encontraremos varias veces ante fenómenos que nos harán sentirnos incómodas, pero que, al mismo tiempo, nos obligarán a agudizar la mirada y prepararnos mejor para el futuro.

Teniendo en cuenta estas premisas, entramos en el agitado debate acerca de la cuestión del pasaporte COVID con algunos apuntes no conclusivos:

1. La cuestión del pasaporte COVID va más allá del tema «vacunas sí, vacunas no».
Tiene que ver con el modo en que nuestra sociedad y sus sistemas de poder están afrontando la crisis pandémica y la gestión de la crisis sanitaria. Desde un punto de vista más amplio, el pasaporte COVID es un ejemplo de solución tecnocrática que el capital pone a menudo a sus propios fracasos (la incapacidad de reconstruir una narración unitaria de los intereses actuales, la paradoja por la que el individualismo pequeñoburgués podría llegar a ascender a niveles superiores en un teórico bloque de apoyo a la valorización y la devastadora crisis general de la reproducción social). Resulta evidente que el pasaporte COVID era solo una de las opciones posibles para afrontar esta fase de la crisis, y ha sido elegido por dos motivos. Primero, para intentar evitar confinamientos totales o parciales derivados de la aparición de variantes que pudiesen interrumpir o frenar de nuevo la valorización y, segundo, para acelerar una campaña de vacunación que se está llevando a cabo lentamente por diversos motivos (la ineficacia de la narración dominante, el miedo para nada infundado —como se ha visto en el caso de AstraZeneca— a la escasa experimentación y también una cierta dosis innegable de egoísmo social cada vez más extendido). En este contexto se ha decidido, a nivel europeo, imponer autoritariamente el pasaporte COVID como solución tecnopolítica.

2. Las vacunas por sí solas no son la solución.
Lo decimos desde hace meses. Si bien es innegable que la campaña de vacunación ha dado sus frutos en términos de descenso de muertes e ingresos en UCIs, es igual de cierto que no ha sido en absoluto la solución definitiva a la pandemia, tal y como había sido presentada en un primer momento. Este fenómeno se enfrenta con dos problemas de escala distintos. El primero se encuentra en un nivel macro: una campaña de vacunación totalmente eficaz, capaz de evitar las mutaciones del virus, debería ser global y muy rápida. Una operación semejante necesitaría de una coordinación general de las gobernanzas individuales y, naturalmente, de una —por lo menos parcial— redistribución global de emergencia de los recursos. Resulta evidente que una hipótesis de este tipo es, en la coyuntura actual, impracticable para los capitalistas. En segundo lugar, en un plano más bajo, para obviar el límite explicado anteriormente, habría sido necesaria una movilización general de recursos a nivel territorial, con el fin de evitar y contener nuevos focos que entorpeciesen la campaña de vacunación. Resulta así evidente que, para evitar cualquier tipo de redistribución, el capital se ha encomendado una vez más a un solucionismo tecnocientífico que ha demostrado ser falaz por enésima vez y que ha acentuado aún más la crisis socioeconómica. Por tanto, no resulta sorprendente la desconfianza que cada vez más personas, de una forma más o menos explícita, nutren respecto a la capacidad de los Estados para salir de la crisis.

3. La mayor parte de las personas que no se vacunan no son necesariamente negacionistas o antivacunas.
Prevalecen sobre todo las indecisas, las que retrasan el momento de vacunarse por miedo, porque tienen otras prioridades, porque quieren entender mejor qué está en juego, porque no viven en territorios especialmente afectados hasta hoy, o bien porque en su territorio escasean los servicios públicos. En Estados Unidos, paradójicamente, la campaña de vacunación ha encontrado mayores dificultades en los barrios de mayoría afroamericana, donde las cifras de muertes y contagios por COVID-19 han sido mayores. Muchos estudiosos han evidenciado la correlación entre la insurrección de Black Lives Matter y la pandemia, y no obstante los territorios insurrectos son aquellos donde está dominando una mayor desconfianza hacia las vacunas. Las motivaciones pueden ser diversas: desde la ausencia y los retrasos en el servicio a la desconfianza hacia un sistema sanitario ineficaz y quizás racista con el que se entra en contacto en ciertos territorios, pasando por la posibilidad de tener otras necesidades más urgentes, la tendencia al fatalismo, etc. En Italia, nos encontramos ante una situación parecida: las regiones con el mayor número de personas no vacunadas son Calabria y Sicilia, e intuimos que si se hicieran las mismas estimaciones en las ciudades, probablemente descubriríamos que los barrios trabajadores tienen tasas menores de personas vacunadas. Todo esto sin hablar de las personas migrantes, las sintecho y de todas aquellas excluidas o con un acceso difícil al sistema sanitario. Resulta evidente así que el pasaporte COVID funcionará, entre otras cosas, como sistema de exclusión social para franjas de la población que ya están viviendo las adversidades de la crisis.

4. El pasaporte COVID no es la solución.
Es cierto que una parte de las personas indecisas, empujadas por la posibilidad de no poder acceder a determinados servicios, ha elegido obviar sus dudas y pedir cita para vacunarse. Pero la elección de polarizar a ese nivel el discurso público podría llevar a muchas otras personas a decidir no vacunarse, viéndose forzadas a hacerlo por parte de los poderes gubernamentales. Llegados a este punto, además de la evidente exclusión social a la que pasarían a encontrarse esos sujetos, saldría a la luz un problema más sistémico. Nos encontramos así frente a la paradoja por la que las franjas de edad menos vacunadas se convierten en las más vulnerables, y que quien dispone del pasaporte COVID podría convertirse en un silencioso vector de contagio precisamente entre esas personas. La contraparte es absolutamente consciente de esa posibilidad y ha decidido que resulta un riesgo aceptable. Puro darwinismo social en su versión más brutal.

5. Resulta claro que el debate sobre el pasaporte COVID, desde el punto de vista discursivo y por cómo se está desarrollando, pertenece enteramente a la esfera del capital.
Potenciamiento de la valorización contra libertades individuales. Por ahora parece que hay poco espacio para un discurso distinto a esa polarización, pero al menos es aún evidente que el pasaporte COVID es una medida excluyente y tecnocrática, y que resulta objetivamente necesario que cualquier persona que se considere anticapitalista se oponga a ella. Además, una vez más, una mirada superficial a la composición de las últimas manifestaciones contra el pasaporte COVID nos lleva a decir que, por lo menos en parte, en su interior existen subjetividades con las que sería importante relacionarse para construir proyectos de ruptura del existente.

Concluimos estos breves apuntes con una serie de preguntas, que pretenden motivar para continuar una investigación abierta sobre los fenómenos a los que estamos asistiendo:

¿Lo que está ocurriendo es producto únicamente de un egoísmo social difundido y de intereses económicos muy específicos, o hay algo más?

¿Las actuales agitaciones sociales se sitúan en un terreno antiinstitucional? Sí es así, ¿de qué forma?

¿Resulta posible, al menos en parte, introducir en esas agitaciones temas o palabras clave que superen la contraposición entre Sí Vax y No Vax, y que se propongan poner en cuestión la gestión desde arriba de la crisis?

Hemos asistido a una continua confusión dentro de los saberes tecnocientíficos y es posible hipotetizar que ese campo se esté dirigiendo hacia una progresiva repolitización. ¿Cómo podemos introducirnos en esas brechas, a la luz, entre otras cosas, de las manifestaciones a las que estamos asistiendo, para imaginar una recomposición que vaya en la dirección de afirmar la prioridad de una vida digna por encima de la producción y el consumo?

Es posible estar en contra del pasaporte COVID si se cree que es justo, o por lo menos útil, vacunarse para cuidarnos a tod*s, pero al mismo tiempo se desea vivir en una sociedad que no deje atrás a nadie.

El espacio es claramente angosto, como decíamos al principio, y lo será aún durante mucho tiempo, pero no serán las certezas graníticas la materia prima con la que reconstruiremos una posibilidad de contraposición de masas en sentido antagonista. Se trata de discutir con humildad, de experimentar, de ponerse en juego manteniendo algunos puntos fijos, pero con la conciencia de que nos toca ensuciarnos las manos.

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