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Historia Movimientos Violencia de Estado

No son las manzanas las que están podridas, sino la cesta

de Cannibali e Re

El enésimo ascenso de agentes condenados por los hechos acaecidos en la escuela Díaz de Génova en 2001 demuestra que el Estado italiano premia a quienes lo sirven reprimiendo violentamente un movimiento social al completo.

de Cannibali e Re
Publicado en italiano en Cannibali e Re el 06/11/2020
Traducción inédita

Por desgracia, a pesar de sentirnos profundamente asqueados por la noticia, hemos de admitir que no nos sorprende en absoluto el enésimo ascenso de agentes de policía condenados por los hechos de la escuela Díaz.

Pietro Troiani y Salvatore Gava —los dos funcionarios de policía recientemente ascendidos— se encuentran entre los protagonistas de la masacre ocurrida la noche del 21 de julio de 2001, cuando unidades móviles de la policía nacional italiana irrumpieron en uno de los centros de coordinación del Fórum Social. De entre los 93 manifestantes que pernoctaban en la escuela Armando Díaz —los cuales sufrieron, en mayor o menor medida, durísimas violencias (61 acabaron en el hospital, entre ellos Mark Covell, periodista inglés, que estuvo en coma, con un pulmón perforado, sin 16 dientes y 8 costillas rotas)— prácticamente nadie reaccionó al asalto policial. Y, no obstante, las personas presentes aquella noche serán acusadas posteriormente de devastación y saqueo, y en su contra se inventarán diversas pruebas, como los famosos cócteles molotov o el chaleco antibalas agujereado por inexistentes cuchilladas. Fue precisamente Pietro Troiani el que ideó la introducción en el edificio y el falso descubrimiento de las botellas incendiarias, un elemento que debía justificar lo que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos definió, sin medias tintas, tortura de Estado en una sentencia de 2015.

Una vez concluida la contracumbre del G8, iniciaron una serie de juicios interminables que se concluyeron con la absolución de los manifestantes y con condenas irrisorias para algunos agentes y altos cargos de la policía. Más tarde, la prescripción acabaría por limpiar las pocas responsabilidades de la masacre que los jueces italianos habían reconocido. 

Desde entonces, todos los responsables de lo sucedido en la escuela Díaz iniciarán carreras ascendentes dentro de los órganos policiales, mientras que los ejecutores materiales seguirán participando tranquilamente en operaciones de “seguridad pública”. Resulta evidente cuál es el mensaje que el Estado italiano ha querido mandar a sus agentes: actuad sin preocupaciones y sin escrúpulos a la hora de usar la violencia contra movimientos que pretenden cambiar la sociedad, pase lo que pase quedaréis impunes. Aún más, con un poco de suerte, seréis ascendidos.

Cae así, por su propio peso, la cutre teoría de las manzanas podridas, según la cual el uso “excesivo” de violencia por parte del Estado es puntual y/o accidental, no sistemático. Se trata de la enésima demostración del papel que cumplen determinados cuerpos de seguridad, la enésima reafirmación de un modelo de seguridad, dominante en los Estados-nación, que nació a mediados del siglo XIX para reprimir las reivindicaciones de las clases subalternas y preservar el estatus quo.

Como ya hemos dicho en anteriores ocasiones, no creemos que se pueda definir democrática una sociedad en la que las fuerzas de seguridad del Estado, en lugar de proteger a la comunidad, y en especial a los sujetos más oprimidos y discriminados, se pone enteramente al servicio de los intereses de los principales grupos de poder.

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