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Crisis del covid-19 Pensamiento

El sistema psico-inmunitario de la generación proto-digital

de Franco ‘Bifo’ Berardi

Análisis generacional sobre la reacción de la juventud a la crisis pandémica actual.

de Franco ‘Bifo’ Berardi
Publicado en italiano en Effimera el 28/05/2020
Traducción inédita

Ha sido ya ampliamente comprobado que el coronavirus afecta (a veces letalmente) casi exclusivamente a personas de edad avanzada. Hasta donde yo sé, en las listas de defunciones no aparecen personas de menos de cuarenta años, y éstas aparecen rara, aunque no rarísimamente, en las listas de contagiados [lo cual en realidad tiene que ver con la forma en la que se hacen los tests; es un hecho científico que el virus infecta a personas a de cualquier edad, N. del T.].

Y, no obstante, en casi todo el mundo, chicos y chicas han renunciado al instituto, al colegio, y han aceptado las reglas de la detención sanitaria obligatoria (DSO).

Es decir, han renunciado a las dos cosas más importantes para una persona joven, han renunciado al placer de encontrarse, de estudiar juntos, de ligar, de hacer el amor, etc.

¿Por qué lo han hecho? Lo han hecho para no matar al abuelo asmático o al padre enfermo cardiaco. Bravo y bravo, como abuelo asmático no sé cómo agradecéroslo.

Mi generación, que tenía veinte años hace cincuenta años, nunca habría aceptado esas condiciones de detención sanitaria. Puesto que no éramos los sinvergüenzas que se dice por ahí, nos habríamos preocupado de la salud de mamá y papá, pero para no infectarles habríamos hecho algo bastante distinto: nos habríamos ido todos de casa, habríamos multiplicado las comunas de convivencia, habríamos ocupado las facultades, los colegios e institutos, las fábricas y las iglesias, las habríamos defendido a fuego si hubiera sido necesario, y nos habríamos divertido como locos mientras unos cuantos abuelos se iban con el creador.

¿Qué significa esto?

En primer lugar, significa que los septuagenarios tendríamos que estar agradecidos con las generaciones jóvenes por habernos dejado vivir, en lugar de chillar como hacen muchos coetáneos míos amargados que se creen con derecho a medir los centímetros de distanciamiento con quien habría tenido todos los motivos para matarnos puesto que hemos sido nosotros los que hemos permitido a la Thatcher y a Blair y a sus imitadores destruir las defensas inmunitarias, medioambientales y sociales que han abierto el camino al virus gerontocida. Gracias chavales por haberme dejado vivir.

Pero, en segundo lugar, significa que la nueva generación, en su gran mayoría, no tiene muchas esperanzas de tomar el futuro en sus manos, no tiene muchas esperanzas de autonomía política y quizás ni siquiera existencial.

Si han aceptado la detención sanitaria, si no han sido capaces de irse, de construir una forma de vida autónoma en este periodo, aceptarán cualquier abuso futuro que el mundo les prepare. Y si la generación que ha crecido en la época proto-digital ha sido psico-culturalmente envuelta por una dimensión de psicosis pánico-depresiva, la generación que crece en la época pandémica omni-digital será golpeada seguramente por una onda masiva de autismo, auto-reclusión psíquica y sensibilización fóbica a la presencia del otro.

Me temo que el sistema psico-inmunitario de la época proto-digital ha sido penetrado y neutralizado por el info-virus durante décadas, mucho antes que el bio-virus se infiltrase para destruir toda autonomía social. Irremediablemente.

Me dice un amigo psiquiatra que en estos días le llaman por teléfono muchísimas personas que necesitan ayuda. La gran mayoría de éstas son jóvenes o muy jóvenes. En la zona en la que trabaja mi amigo el número de suicidios (todos o casi todos de personas jóvenes) se ha prácticamente triplicado respecto a la media de los años pasados. Las crisis de pánico se multiplican. La claustrofobia se alterna con la agorafobia, el terror a tener que salir de casa para volver ahí fuera, en ese mundo donde se ha enraizado un enemigo invisible.

Si fuese psiquiatra (y gracias a dios no lo soy) lanzaría enseguida una hipótesis: el Edipo se ha hecho gigante, y asume formas psicopátas. Y un vejestorio sádico se ha convertido en el Superyó, ante el cual el jovencito se inclina tembloroso.

Alexitimia: incapacidad para elaborar y verbalizar emociones.

Autismo: incapacidad para imaginar al otro como posible objeto de comunicación y deseo.

Sensibilización fóbica al cuerpo del otro, a los labios, que de ahora en adelante se esconderán para siempre como partes pudendas y peligrosas.

¿Como se ha podido desarrollar semejante cuadro psicopatológico?

Si fuese un psiquiatra diría que todas las condiciones para una tal evolución monstruosa estaban ya presentes en la psicogénesis de la generación que ha aprendido más palabras de una máquina que de su madre.

Cuando explotó la pandemia, he ahí que el poder (del todo impotente contra el virus, del todo impotente contra los automatismos tecno-financieros que mientras tanto han naufragado) llevó a cabo una operación genial (e involuntaria, naturalmente, porque el poder no es una voluntad sino una concatenación de automatismos y de intenciones inconscientes).

El poder ha llevado a cabo una operación que consiste en culpar a la sociedad usando el arma sanitaria, y dándole la vuelta a la reciprocidad afectuosa en una suerte de laberinto de culpabilizaciones.

La llaman responsabilidad, pero yo la llamo de otra manera: pasar la pelota de la culpa creando psicopatologías. Aquellos que han destruido el sistema sanitario público y muchas otras cosas nos han dicho: quedaos todos en casa, no os mováis, o mataréis a vuestra abuela. Trabajad como locos delante de una pantalla, no pidáis aumentos del salario, contentaros de lo que hay, o se derrumbará la economía.

El jovencito que ha aprendido más palabras de una máquina que de su madre ha caído dentro de ese juego como una pera podrida, y ahora se retuerce en el sofá presa de los sentimientos de culpa, y escribe como un idiota con el teclado que todos han de ser responsables como sardinas.

No saldrán nunca de ahí, siento tener que decíroslo.

Si salen, es para irse a tomar una birra, mosqueando así al septuagenario antifascista y policial. Una birra, capito?

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