de Colectivo Tilt
Publicado en italiano en Sulla Breccia el 18/03/2020
Traducción inédita
Han pasado ya unos cuantos días desde la entrada en vigor en Italia del decreto del 11 de marzo (que declaraba el llamado lockout, “distanciamiento social”, causado por la epidemia de coronavirus), pero ninguna de nosotras se ha parado.
En el complicado momento que estamos viviendo, surge de hecho una doble exigencia. Por un lado, dotarnos de instrumentos teóricos capaces de analizar la actual situación de crisis, con el fin de enfocar mejor la dimensión política en la que está inmersa. Por otro lado, reinventar una organización que nos permita superar la condición de aislamiento generada por el cierre de gran parte de los lugares en los cuales se desarrolla normalmente el contacto humano (sin contar, huelga decirlo, las fábricas y los lugares de detención) y contrarrestar los efectos de la cuarentena a la que voluntariamente nos adecuamos.
Por este motivo, muchas de nosotras hemos seguido estudiando, debatiendo y organizándonos, aunque sea a través de los limitados y contradictorios instrumentos telemáticos de los que disponemos. Nuestras reflexiones han partido de nuestras propias necesidades y de las consecuencias económicas y sociales derivadas de las medidas que las instituciones –estatales y supraestatales– han tomado para gestionar esta emergencia, las cuales nos han afectado a nosotras mismas y a muchas de las personas más cercanas.
En una situación líquida y mutable como la que se vive hoy en Italia, resulta necesario no alimentar a la marea de afirmaciones sinsentido que inundan Internet y la televisión. Pero creemos también que algunos elementos son puntos de partida fundamentales para la elaboración de nuestras reflexiones y de nuestras prácticas, y por eso consideramos importante compartirlos:
– que la epidemia existe de verdad y que las instituciones públicas han tutelado poco o nada precisamente a las personas para las cuales este virus representa un peligro real;
– que delegar completamentela propia existencia a cualquier salvadora autoridad superior (el Estado o las fuerzas de policía) es una idea descabellada en situaciones normales, no digamos ya durante una auténtica emergencia.
– que los costes sociales y económicos de toda crisis interna al capitalismo se vuelcan siempre sobre las capas más débiles de la población. En este caso, se trata de los sujetos más expuestos a la epidemia: las personas mayores y/o inmunodeprimidas, aisladas en casa desde hace semanas sin que se hayan adoptado adecuadas medidas de apoyo por parte del Estado; las personas encarceladas y las trabajadoras de los sectores más “desafortunados” y –a menudo, mira tú por dónde– más explotados;
– que el control social ejercido en estos días –a veces coherente, a veces en abierta contradicción con la necesidad de contener el virus y con las propias previsiones legislativas– no retrocederá por sí solo (y el sentido de omnipotencia que ahora permea a los funcionarios de policía non se disolverá al final de la crisis);
– que los medios de comunicación dominantes siguen siendo una mierda, en especial por la esquizofrenia que ha caracterizado la difusión de “noticias” en estas semanas (la cual se puede resumir con la imagen de un barco a la deriva en un mar agitado, siguiendo ciclos continuos de “pánico-no pasa nada-pánico) y con la obsesiva atención del “boletín de muertes y de contagiados” (macabra evolución del “boletín de la prima de riesgo” y de diversivos parecidos a los que nos han acostumbrado en los últimos años);
– que, en un momento como éste, los análisis políticos refinados y repentinos tienen una vida breve, ya que están sujetos a ser desmentidos por la realidad de los hechos a cada hora que pasa.
En los últimos días hemos sufrido por las personas asesinadas en las cárceles italianas en las últimas semanas; hemos sufrido por la obligación de trabajar impuesta a algunas trabajadoras y trabajadores, en abierta antítesis con el proclamado principio de tutela de la salud. Por eso, nos solidarizamos con los focos de lucha y resistencia que están incendiando el país (revueltas en las cárceles y huelgas en las fábricas, principalmente). Al mismo tiempo, también nos hemos alegrado por la solidaridad real, desde abajo, autoorganizada, que está brotando un poco por todas partes, la cual es la prueba tangible de que la emergencia actual está también produciendo preciados frutos para el futuro.
Además de esa solidaridad, deseamos que nuevas formas de apoyo y de colectivización se impongan: poner en común la dificultad y el miedo, ofrecer apoyo concreto a los “sujetos en riesgo” mencionados anteriormente, echarse una mano para afrontar las exigencias inmediatas de nuestra cotidianidad. Incluso partiendo de una condición como la actual, podemos trabajar en la dirección de construir nuevas relaciones sociales, alternativas a aquellas impuestas sobre nuestros cuerpos desde hace demasiado tiempo. El estado de excepción vivido hoy en Italia no hace sino sacar a luz las carencias de nuestras relaciones sociales.
La crisis saca también a la luz la falta de tutela y, más aún, la culpabilización de los “sujetos en riesgo”, además de la carencia continua de formas de comunidad que nos permitan afrontar las dificultades. Al mismo tiempo, esta crisis ofrece una oportunidad –también ésta obligada– para crear nuevas formas de relaciones y modos de compartir. El riesgo sanitario es real, pero seguiremos practicando la autogestión y conectándonos con otras experiencias parecidas, las cuales están ya naciendo espontáneamente. En esta página, intentaremos ofrecer nuestras reflexiones sobre la situación, con la mayor prudencia y concreción posibles, intentando alienarnos a la demente cacofonía de los medios de comunicación dominantes, pero intentando participar en un proceso colectivo que resulte útil a todas para aclarar las dinámicas de poder que se esconden tras la crisis actual.