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Popular, radical, de izquierdas: qué es Potere al Popolo

de Tiziana Barillà

Una nueva lista ciudadana quiere romper con el estancamiento de la izquierda italiana en las instituciones y en las calles. Entrevista a Saso, uno de los coordinadores del movimiento-partido.

de Tiziana Barillà
Publicado en italiano en Il Salto el 29/11/2017
Traducción publicada en El Salto

No da la impresión de tener la actitud de un líder de masas, Saso. No parece acostumbrado a estar sobre un escenario y, aún así, el 18 de noviembre le tocó a él subir al del Teatro Italia de Roma y cerrar la primera asamblea de Potere al popolo [Poder al Pueblo, N. del T.], entre el tímido renacer de los movimientos sociales y el desierto de la información. La llamada del Ex-Opg [antiguo manicomio napolitano reconvertido en centro social bajo el nombre de Je so pazzo, N. del T.] para la construcción una lista ciudadana para las próximas elecciones generales de primavera ha tomado la forma de una asamblea organizada en apenas 48 horas, al día siguiente de conocerse la disolución definitiva del Brancaccio [lista electoral que aspiraba a crear una alianza entre varios partidos a la izquierda del Partido Democrático, Rifondazione Comunista y la ciudadanía, N. del T.] y el día anterior a que el ex-presidente del Senado, Piero Grasso, fuese nombrado líder de la lista unitaria Sinistra Italiana, Possibile y Movimento Democratico e Progressista[partidos incluidos en del mencionado Brancaccio, nacidos en los dos últimos años y formados principalmente por escisiones del PD, N. del T.].

Escenarios a mil millas de distancia de la sudadera Je so pazzo de Salvatore Prinzi. Tiene 35 años, una licenciatura, dos doctorados, ha trabajado en el extranjero – «como todos» – y ahora es precario.Está siempre con la cabeza entre libros y los pies en las calles de su ciudad, un poco como todos en el Ex-Opg de Nápoles, centro social del barrio de Materdei. Nada que ver con los «pasotas» a los que nos hemos acostumbrado últimamente. Estudian el pasado, observan el presente, sueñan el futuro. Mientras tanto, proponen a un mundo fragmentado unirse y reconstruir una Izquierda popular. Una Izquierda, a fin de cuentas. En el momento en el que en toda Italia se han convocado ya más de 20 asambleas territoriales para desarrollar la propuesta del Ex-Opg, Il Salto le ha pedido a Salvador que nos explique qué es exactamente Potere al popolo, y cómo se le ha ocurrido a un centro social romper los titubeos con un «Venga, nos presentamos nosotres a las elecciones».

Saso, has estudiado mucho, ¿en este momento qué haces para vivir?
Me las arreglo como puedo (ríe). Trabajos precarios, muchas veces sin contrato, corrijo borradores, doy clases de vez en cuando en la universidad, algunas clases particulares, (pausa) vamos, que lo que me llega, lo hago. ¿Cómo me permite sobrevivir? Económicamente diría que mal, llego a los 400 o 500 euros al mes, pero desde el punto de vista de la satisfacción tengo que admitir que no está mal. Es lo que quería ser, filósofo, y sabía ya que era un poco como ser artista… es decir, «pasar hambre», ha sido un poco así en todas las épocas (bromea).

En el Ex-Opg conocéis la política, la practicáis desde hace años en lugares y con formas distintas a las tradicionales. ¿Por qué la decisión de presentaros a las elecciones, de recorrer la vía electoral?
Todo nació de un análisis. Durante una fase muy larga, hasta bien entrados los años 2000, el espacio de la representación lo ocuparon sujetos que heredaban de una forma u otra la tradición del Partido Comunista. Eso dificultaba mucho intentar reconstruir, desde posiciones antagonistas, un espacio para una representación más eficaz e incisiva, que fuese capaz de transmitir las luchas. Desde los movimientos sociales era más fácil incidir en la política nacional; como mucho, algunos intentaban trasladar esas instancias al Parlamento, por eso el espacio de la representación no nos era útil. Pero como es evidente, también esa posición tenía sus limitaciones. El mundo de los años 90-2000 no consiguió resolver los problemas, además poco a poco cedimos, perdimos respecto a la Guerra de Irak, retrocedimos respecto a muchas posiciones. Aquel espacio de la representación ya no era eficaz y no tenía la capacidad de llevar hasta el final los conflictos que explotaban en la sociedad. Más tarde, a partir del 2008, y cada vez más con la crisis del 2010 y 2011, ese mismo espacio tradicional se desestructuró. Hubo intentos para reconstruirlo de nuevo en 2013 y otros más actuales ahora, como el Brancaccio, pero éstos se han dirigido cada vez a menos gente y con resultados cada vez menos interesantes. Y mientras tanto las jóvenes generaciones han visto distantes a esos políticos, los han considerado inútiles o incluso estafadores.

No obstante, tampoco los movimientos sociales han vivido sus mejores años.
Es cierto que los movimientos antagonistas no han sido capaces de generar la chispa para crear algo nuevo. El campo de la izquierda se ha desestructurado, no hemos sido capaces de elaborar una propuesta política que consiguiese ir más allá del conflicto puntual, de la acción sindical concreta, de la jornada de lucha. Por eso, se puede decir que han quedado solo los escombros. Y al final, paradójicamente, nos hemos quedado sin representación pero también sin las calles. Todos tenemos que concienciarnos de que estamos en el año cero, tanto en la política institucional de partidos como en la de los movimientos sociales. En ese contexto nos hemos preguntado qué se puede hacer.

Presentaros a las elecciones. ¿Pero para hacer qué?
Nunca hemos pensado que la representación pudiese bastar. Quienes vienen de los movimientos sociales tienen muchas reticencias a imaginar ese espacio como satisfactorio. Hemos observado la parábola de Syriza y el bloqueo que Podemos ha encontrado, hemos visto que con la simple estrategia electoral no han conseguido transformar la sociedad. Tampoco lo lo han conseguido, incluso contando con una gran visibilidad, Mélenchon y Corbyn, que se han quedado en la oposición. Cierto, al menos han conseguido cambiar la estructura del discurso, impedir el avance de las derechas, posicionar el desafío político sobre un plano mucho más interesante y propositivo. Pero nuestra propuesta no se configura como un «hagámoslo como». Sabemos que cada experiencia se define por sus especificidades nacionales y territoriales, como gramscianos no podemos ignorarlo. Hemos observado todas esas experiencias, las consideramos muy valiosas y hemos entendido que tenemos que valorar la tradición italiana de enraizamiento territorial de la izquierda y conseguir generar una síntesis política de muchos conflictos, y llevarla a invadir también las instituciones.

Ha habido un momento -hasta antes de las salidas xenófobas- en el que el Movimiento 5 Estrellas intentó ocupar ese espacio antisistema.
El Movimiento ha demostrado estar completamente desligado de los conflictos de clase. Quizás se ha unido a algún conflicto territorial, se ha propuesto para dar una mano desde las instituciones en algunas situaciones como el NoTav o el agua pública, pero tras haber capitalizado el consenso, nunca lo ha llevado hasta el final. Las ambigüedades de los 5 Estrellas son enormes. Y sobre cuestiones como la precariedad o las políticas económicas sus posiciones han sido de todo menos antisistema.

Sin identidad política quizás es normal que ocurra… Vosotres una identidad la tenéis, ¿habéis pensado esconderla?
La identidad de Izquierda, y también una cierta memoria de la Izquierda en las clases populares, no es algo que «tiras al mar». Las operaciones completamente post-ideológicas en nuestro país no tienen mucho sentido. En general la ideología entendida como marco teórico y conceptual que te permite entender la realidad puede tener un cierto valor, basta que no se convierta en una máscara de esa misma realidad. Por otro lado, en las clases popularesexiste un mundo de una Izquierda de lucha, de movimientos sociales, de quien lo da todo por su vecino o de quien a día de hoy ha dejado simplemente de ser activo porque no reconoce propuestas válidas. No es un mundo que se haya convertido en otra cosa, pero es necesario reactivarlo. Ese es nuestro mundo.

¿Cómo?
En un primer momento, pretendemos reactivar el circuito militante o ex-militante que en este momento se tambalea, se encuentra dividido, fragmentado o simplemente inactivo. En segundo lugar, ir por las calles, por los territorios y hablar una a una con todas las personas. En esa dirección hablamos de una operación no ideológica, sobre todo pretendemos reactivar la participación y el protagonismo: de la barbarie en la que vivimos cada día se puede salir, colectivamente. Si ese mensaje no cala, si no se genera una comunidad y un terreno social, si las personas no hablan entre ellas, no puede tener lugar ni una opción comunista/revolucionaria, ni una opción socialdemócrata/reformista.

No obstante, vivimos en el tiempo del cinismo. Estoy segura de interpretar un pensamiento que muches tienen en mente, preguntándote: ¿es una operación desde abajo o hay alguien detrás?
(ríe) No, no, detrás no hay nadie. A pesar de la época de los complots en la que vivimos, podemos decir que detrás de nosotres no hay nadie. También es verdad que en esta fase histórica hay gente que parece disfrutar destruyendo experiencias como la nuestra. Es inútil negar que algunos sujetos que se mueven y retozan en ese mundillo político-institucional lo han intentado. Pero nosotres no hemos nacido ayer, e intentaremos por todos los medios garantizar la democracia y la transparencia del proceso y el protagonismo de las diferentes realidades sociales. Y sabemos también que una vez iniciado el recorrido no será solo una tarea nuestra, sino que dependerá de la buena voluntad de todos. También de las individualidades, porque estamos en una fase histórica en la que también las individualidades, si están determinadas y bien cohesionadas humana y políticamente, pueden determinar grandes transformaciones.

Ha habido una dinámica muy de moda en los últimos años, la contraposición generacional. ¿Tenéis pensado ceder a la tentación del desguace?
Hay que intentar tener un pensamiento a la altura de la complejidad de los problemas que se presentan. En un país en el que las jóvenes generaciones son expulsadas, resulta fácil culpar a las generaciones precedentes que «han comido sobre nuestras espaldas» y que «no nos permiten estabilizarnos». Es fácil, pero es un error. Si bien es cierto que a lo nuevo le cuesta nacer a causa de la resistencia de algunos sujetos -incluso en los movimientos de izquierdas-, también es cierto que se trata de personas que han luchado durante 40 o 50 años y cuya contribución no puede ignorarse. Aún más, si estamos aquí es también por su capacidad de transmisión de las luchas. Por eso lo que proponemos es una especie de pacto generacional: reconocemos y queremos recuperar a cada persona con su patrimonio histórico y sus competencias, pero creemos que -como siempre ha sucedido en la historia- quien tiene 20, 30 o 40 años tiene derecho a contar en la toma de decisiones. Sin resentimientos, sin querer mandar a nadie al desguace, sin la retórica de la competición que pertenece al renzismo y no a nosotres. Tenemos que tener no solo una retórica sino también un sentimiento de reconocimiento, reconocimiento recíproco. Nosotres sufriremos las consecuencias de lo que sucederá en las próximas décadas, por lo que las generaciones precedentes tendrán que dejarnos escribir a nosotres la Historia.

Otra contraposición, ésta aún más antigua, es la de los partidos y los movimientos. ¿Cómo os situáis?
Esa distinción es el producto de un momento determinado de la historia de nuestro país, unida a una paralización del Partido Comunista Italiano. Cuando el PCI dejó de ser capaz de responder a las exigencias de una nueva composición de clase, ésta consideró más útil organizarse en el terreno del movimiento social y sucesivamente relanzar una hipótesis revolucionaria en nuestro país que el PCI había abandonado, también en el terreno de la lucha armada. Es evidente que en la época actual, 40 años después, esa hipótesis se ha vaciado en su sentido político – hoy no tenemos enfrente un gran partido reformista que no quiere hacer la revolución, sino ningún gran partido de izquierdas. Hoy la distinción entre lo que queda de los partidos de izquierdas y los movimientos sociales tiene menos razón de ser. Un poco porque ambos han perdido sus especificidades y un poco porque es necesario inventar nuevas formas de militancia que permitan la participación de todos.

Hasta ahora hemos hablado de «recorrido», de «lista ciudadana», de «asambleas». ¿Pero exactamente qué forma pensáis tomar?
La cuestión no es alcanzar el 3% [mínimo necesario para entrar en el Parlamento italiano, N. del T.], sino cuánto protagonismo y entusiasmo conseguiremos reactivar en un país que incluso en nuestros ámbitos militantes parece condenado a la resignación y a la depresión. No estamos iniciando un recorrido solo electoral, por eso pretendemos que el día después de las elecciones se inicie un proceso organizativo más amplio, independientemente del resultado en las urnas. Imaginamos una organización federada, inteligente y flexible, capaz de mantener unidas nuestras diversidades. Nosotres trabajamos para este objetivo, sabiendo que las organizaciones no se generan en los despachos de los partidos y tampoco en los de la clase política de los movimientos sociales.

El 17 de diciembre se vuelve a Roma para el lanzamiento definitivo de la lista. ¿Por qué Potere al popolo?
Porque estamos convencidos de que hoy en día, a nivel mundial, hay un gran problema de democracia. Esta palabra ha perdido su sentido, pero literalmente significa «poder al pueblo», donde por pueblo –demos– los griegos no entendían el pueblo de los fascismos, sino las clases populares, los estratos más bajos de la ciudad, los cuales tenían que poder contar en la toma de decisiones. Actualemente, por desgracia, nuestra democracia es un procedimiento electoral cada vez más estancado y vacío en el que participa cada vez menos gente. Y sobre todas las decisiones de la vida colectiva no hay ni siquiera una verificación o una ratificación de los órganos elegidos. En resumen, estamos en una situación en la que tú, de tu vida, no decides nada. La Izquierda ha eludido durante demasiado tiempo la idea del poder, se ha autoguetizada pensando que como mucho tenía que ejercer una resistencia a un poder que era siempre malo. Y en cambio poder puede significar también, simplemente, poder hacer. Retomar la propia vida en las propias manos y hacerlo colectivamente, eso significa para nosotres Potere al popolo. Hemos elegido el nombre para la campaña, y esperamos que se mantenga también como nombre de la lista. Porque sería equivocado usar un nombre mayor o un nombre que recuerde a algo anterior… nosotres somos una fuerza social muy irregular, pero muy determinada.

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